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sábado, 20 de abril del 2024
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OPINION | SOBRE LA VEJEZ Y LA SOLEDAD, POR: DR. ALIRIO FIGUEROA ZAVALA

En los momentos difíciles que vivimos, motivados a la pandemia del COVID – 19 y la situación política, económica y social que vive el país; muchas personas sobre todo los de la llamada tercera edad, cotidianamente denominados viejos, sufren mucho de depresión y soledad. La llamada vejez genera la soledad, la interior, que nada tiene que ver con el estar o no en compañía de otras personas.

La vejez y la soledad son hermanas o mejor madre e hija. En los tiempos antiguos sobre todo del mundo oriental, la vejez formaba parte de uno de los horrores del ser humano. De allí que cuando el feliz e ignorante joven Gotama Buda, ve por primera vez a un anciano, lo sacude el horror, y ordena entre sollozos que se suspendan todos los festejos ya que no hay lugar para la dicha. 6 siglos después, la voz tranquila y reposada del gran romano Marco Tulio Cicerón, nos da una visión serena, esperanzada de lo que pueden ser los últimos años del ser humano, que no solo hace frente a la vejez sin miedo sino que la alaba, razonablemente, y pone de relieve su reales ventajas.

Con un sentido totalmente moderno, Cicerón descubre que la vejez no existe y que cuando presenta los síntomas deplorables que todos conocemos es una auténtica enfermedad a la que hay que tratarla y curar como tal. En rigor, los seres humanos nos debatimos entre la vejez y la soledad, las cuales se sienten más aguda cuando la especie humana se está multiplicando más. En la actualidad el llamado viejo es visto como un símbolo, una evocación, un eco de lo que fue pero ya no es: “Se le está convirtiendo en un muerto viviente”.

La vejez es honorable con la condición que ella misma se defienda, que mantenga sus derechos, que no se deje someter por nadie y que sea capaz de dominar sobre los suyos hasta su último suspiro. En cuanto a la soledad podemos afirmar que existe la necesidad de relacionarse con el mundo exterior, evitar el aislamiento, de no sentirse en una isla.

Sentirse completamente aislado y solitario conduce a la desintegración mental. Cualquier tipo de conexión con los demás es mil veces preferible a la soledad. En fin, aceptemos con alegría la vejez, en la que ya no seremos aptos para el trabajo habitual, para una tarea sostenida y dura y de allí viene la llamada jubilación.

Cuando nos damos cuenta que realmente estamos solos es cuando necesitamos más a otros, y de allí que la eterna búsqueda del ser humano individual es para romper su soledad; y sobre todo tengamos presente que nadie está realmente solo en este mundo, ya que todos tenemos nuestro propio Dios que nos hace compañía.

Individuo de número de la Academia de Ciencias Jurídicas del Estado Zulia

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