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jueves, 25 de abril del 2024
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OPINION | Entre la realidad y las bellas artes por Raúl Ochoa Cuenca

Apreciados lectores, durante y desde el inicio de este convulsionado año, les he propuesto lecturas sobre el drama venezolano y trabajos sobre la preocupante, con tendencia a agravarse, realidad geopolítica mundial, no solo aquella donde un irresponsable megalómano metió a Venezuela, sin considerar en lo más mínimo las consecuencias para, en aquel momento rico país en dinero, pero antes y hoy más aún, pobre en conciencia de un importante número de ciudadanos hacia la patria, aquella para unos donde nacieron y para otros la que les acogió con respeto y estima.

Es un año donde hemos visto desde la extensión y en varias versiones a ese monstruo invisible pero mortal, llamado inicialmente Coronavirus, inmediatamente después Covid 19 y ahora Omicron, la versión más moderna de la pandemia. Para rematar, un gran país, la Federación Rusa invade a su vecino y ante la reacción del mundo libre en total desacuerdo con esta inusitada violencia, la respuesta del nuevo Zar ruso es que con intervalos de un dia si y otro también escuchamos su amenaza de desencadenar una confrontación mundial con el uso de armas atómicas, lo que tendría un resultado no difícil de imaginar para los pobladores de este universo basta recordar en qué consiste la teoría de la mutua desaparición y cuando creímos que el peligro de la pandemia estaba diciéndonos bye bye, se presenta un nuevo flagelo, la enfermedad del mono, el cual nos amenaza con nuevas vacunas y con la esperanza de que no se hable de los terribles confinamientos.                  Días atrás, un dilecto amigo y honesto exponente de lo que despectivamente han llamado la IV república me decía que en su Tachira natal los más ancianos habrían exclamado que el mundo “estaba patas arriba”.

Es por lo que hoy propongo, pensando en el final de la actual temporada vacacional y utilizando una expresión coloquial zuliana de los años 60, “dame un time”, obviamente consecuencia de la influencia gringa en aquella otrora dinámica y pujante región venezolana, donde los taladros petroleros eran sinónimo de progreso y ¿ por qué no ? de multiculturalismo.

Es por estas razón, si, tomémonos un time, mi proposición como lectura para el inicio de esta semana, aún con el calor de la estación veraniega, una rápida y fugaz visita al Museo Guggenheim, creado en el año de 1939 en la célebre quinta avenida, de la que para muchos es la capital del mundo, me refiero a la ciudad de New York.                                      El Museo Solomon R. Guggenheim, comúnmente conocido como El Guggenheim, es un museo de arte moderno localizado en el número 1071 de la Quinta Avenida y la esquina de la calle 89 en el vecindario Upper East Side de Manhattan.                                                             Es sede permanente de una imponente colección renombrada en continua expansión de obras impresionistas y postimpresionistas, así como de arte moderno temprano y arte contemporáneo.

Este museo fue establecido por la Fundación Solomon R. Guggenheim en 1939, Un hecho importante en la historia de este templo de la cultura y de las bellas artes es que durante el año 1943 Solomon Guggenheim, (en plena segunda guerra mundial) conoce a la baronesa Hilla Rebay Rheinwiese quien le contagia su pasión por el arte abstracto. “ Siempre asesorado por la baronesa, Guggenheim adquiere trabajos de artistas en distintos puntos del mundo hasta conseguir la mayor colección de los Estados Unidos de pintura Non-Objective, que era así como la denominaron.                                                                       El fundador y filántropo de este museo fue esposo de la señora Irene Rothschild, hija del fundador de la dinastía de ese apellido, probablemente la familia más rica en términos absolutos del mundo entero.

En 1937 crea la Solomon R. Guggenheim Foundation y dos años más tarde el Museum of Non-Objective Painting en un local de la Calle 54. Inicialmente el museo fue  llamado el «Museo de Pintura Abstracta», debido a que como vimos anteriormente, Mr Guggenheim le había confiado la gestión del museo, así como las inversiones en obras a la Baronesa Rheinwiesen importante exponente de la nobleza europea transferida en los Estados Unidos como consecuencia de la primera guerra mundial.

La fundación de Solomon Guggenheim decide construir una nueva sede siempre en la quinta avenida y para eso encarga al arquitecto Frank Lloyd Wrigh, uno de los más grandes maestros de la arquitectura contemporánea, quien no ocultó su desagrado con la elección de la ciudad de Nueva York para el museo, ciudad a la que consideraba sin mérito y sin alma, pero gracias a la insustituible Baronesa Hilla Rheinwiesen lo convenció con argumentos como el que se ubicaría en el entorno de Central Park, el centro natural de la cultura de la Gran Manzana, término este creado por un periodista deportivo, Mr John J. Fitz Gerald quien redactaba noticias para un periódico de la ciudad, ya hoy desaparecido, The New York Morning Telegraph (1839-1972) cuando en 1921 comenzó a usar el apodo The Big Apple, la Gran Manzana.

El arquitecto Wright diseña su proyecto con una característica de gran novedad para ese momento: la estructura era más angosta en sus niveles inferiores por lo que los críticos lo llamaron el Templo del Espíritu.

La colección del museo ha crecido considerablemente, a través de 8 décadas, y está constituida de varias colecciones privadas muy importantes, comenzando por la colección original que pertenecía a su fundador. La colección es compartida con los museos hermanos de la Fundación, siendo entre ellos el más importante, el situado en el país vasco español, el Guggenheim de Bilbao. En 2019, el museo de Nueva York tuvo alrededor de 1.3 millones de visitantes, y contó con la exhibición más popular de arte contemporáneo en de la ciudad más cosmopolita del mundo.​

En 2019 el edificio fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, dentro del sitio de arquitectura del siglo XX dedicado a las obras del padre de la arquitectura orgánica, Frank Lloyd Wright, concepto este el cual se caracteriza por el plan abierto de las construcciones, la difuminación de los límites entre el interior y el exterior de éstas, y la utilización extremadamente original de materiales como el acero y el hormigón.

Concluyo esta relajante, es mi sincera intención que así venga recibida, incluyendo la nota del Museo Guggenheim de Bilbao refiriendo la exhibición (octubre 2019) de un artista venezolano de gran renombre en el mundo como lo fue  el artista venezolano Jesús Rafael Soto, uno de los máximos exponentes del arte cinético que surgió en Europa en la segunda mitad del siglo XX. La muestra, titulada «Soto. La cuarta dimensión», es una amplia retrospectiva sobre las cinco décadas de trayectoria artística de este creador que se trasladó a París en 1950, ciudad en la que vivió y desarrolló su obra hasta su muerte en 2005..                                                                                                                                                                                                                                       La muestra reúnió más de 60 obras del creador de este venezolano guayanés, principal representante, junto a Carlos Cruz Diez y Alejandro Otero, del movimiento cinético en Venezuela, estas obras realizadas entre 1950 y 2001, las cinco décadas que duró la producción artística de este gran maestro de las bellas artes.

Raúl Ochoa Cuenca, en Anfi del Mar el 26 de agosto del año 2022.

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