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jueves, 25 de abril del 2024
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Ciudad Ojeda: la huella del Conquistador (Nirso Varela)

Está en boga en Venezuela, la honda de cambiar nombres a ciudades, municipios, plazas, calles y todo cuanto represente una afrenta a la dignidad nacional, según el decir de quienes sustentan la tal iniciativa. En el Zulia sucumbió primero el municipio Páez. Luego cambiaron el nombre a la Plaza Colón (descabezamiento incluido), la avenida Padilla y el Paseo del Lago en Maracaibo. Cambiarán el escudo de la municipalidad y pondrán nueva fecha a la fundación de Maracaibo.

No obstante, no han anunciado el reemplazo, del nombre ya seleccionado, de una de las mayores vergüenzas del país, cual es, el segundo puente sobre el lago de Maracaibo, un monumento a la desidia y la corrupción. Un insulto a nuestros pueblos originarios. Una verdadera afrenta a la dignidad nacional.


Ciudad Ojeda fue fundada en 1937, en plena apertura democrática. El presidente Gral. Eleazar López Contreras (1883-1973), su fundador, fue un hombre culto, historiador y escritor. Fungió como Ministro de Guerra y Marina del Gral. Juan Vicente Gómez y confiscó la fortuna de su extinto jefe cuando lo sucedió en el poder. Cerró La Rotunda, liberó los presos políticos, reanudó la existencia de sindicatos y partidos políticos; animó el regreso de los exiliados, restableció las garantías constitucionales, el derecho de reunión, la libertad de expresión, de prensa y de opinión.


Intentó con dignidad, deslastrarse del pasado gomecista y arrancar de la psiquis de los venezolanos, el letargo de la férrea dictadura militar, que dominó sus vidas durante los primeros 35 años del siglo XX hasta su llegada al poder. Promulgó una nueva Constitución y propuso “El Programa de Febrero” en 1936, un proyecto de modernización y democratización del país. No se perpetuó en la presidencia de la república ni pretendió hacerlo, al contrario, restó un año a su período presidencial y entregó el poder a su sucesor, el Gral. Isaías Medina Angarita, ganador de las elecciones de 1941. Entregó tal como recibió, un país sin deuda externa y una industria petrolera en expansión y en pleno crecimiento.

El Gral. López Contreras se despojó de las prendas militares cuando ascendió a Comandante en Jefe de las FFAA como Presidente de la República y en adelante solo vistió de civil.


¿Cuál es el sentido de cambiar nombres de municipios, calles, plazas y ciudades como Ciudad Ojeda, con casi 83 años de fundada, o el municipio Páez que aparece por primera vez con la denominación de Distrito Páez en 1880 en sustitución del Territorio Federal Guajira? ¿No sería mejor fundar nuevas ciudades, modernas y bien dotadas, con calles limpias, arborizadas e iluminadas y les pongan por epónimo sus personajes favoritos? Ciudades que nazcan y crezcan como Ciudad Ojeda y no sean abortadas en su periodo de gestación, como la frustrada ciudad comunal de El Diluvio, en el Estado Zulia.


Sería encomiable erigir una nueva ciudad con el nombre de Paraute, o Nigales. Una ciudad con todos los servicios, agua, electricidad, aseo urbano, cloacas, drenajes, teléfono, internet, con parques, amplias avenidas, escuelas y hospitales bien dotados y mercados con los insumos necesarios para el buen vivir. Una ciudad socialista, organizada en juntas comunales, comunas, donde impere la paz, la convivencia y la seguridad pública.
Una ciudad como tal comenzó a construirse en El Diluvio, en tiempos de Hugo Chávez. Fue un proyecto magnifico, sustentado sobre premisas factibles, donde se hicieron cuantiosas inversiones económicas. Muchas familias se mudaron a sus nuevos hogares, en casas de platabanda, corredores y patios con corrales y suficiente tierra y agua para sembrar y criar animales. ¿Y qué paso?


El socialismo es pura utopía. No existe la ciudad proyectada, así como no existe el segundo puente sobre el lago con vías férreas, subterráneos, parques y sitios de esparcimiento como fue anunciado. No existe el ultra moderno mercado de los Buchones en sustitución de Las Pulgas, ni la mega obra “Ciudad Educativa el Marite”, que tendría 220 aulas desde preescolar hasta Escuela Técnica y atendería 5600 alumnos; ni arrancó la pulverizadora en Machiques que procesaría más de un millón de litros de leche diarios, ni el Parque Eólico en La Guajira, ni ninguna obra monumental proyectada para el Zulia en tiempos de bonanza. Solo obras inconclusas o puestas en funcionamiento y luego abandonadas y destruidas, como la Circunvalación 3 en Maracaibo, que ahora da lástima y pena.

Esas megas obras anunciadas con bombos y platillos en Cadena Nacional, algunas no se iniciaron y otras no llegaron al 25% de realización. Se paralizaron cuando no existía “guerra económica” ni bloqueo imperial en Venezuela.


En el Zulia solo se ve destrucción y abandono en todas partes. Abandonados están sus centros hospitalarios, otrora, orgullos del sistema de salud venezolano. Cunde la desolación en sus anteriormente concurridas universidades, hay orfandad y excesiva politización en las escuelas y liceos públicos; abandono de instalaciones deportivas, y una hiperinflación que a la a par de la escasez de agua, electricidad, combustibles e insumos vitales, devora la vida de los zulianos. Cambiar los nombres no es más que una actitud politiquera, sin asidero, que solo refleja la vocación adulante de quienes desean ser tomados en cuenta por los amos del poder. Estos hechos resucitan malignos sentimientos que nos han llevado a matarnos unos con otros, desde la creación de la República de 1830.


Esa manía de exhumar los odios del pasado, como si no existiesen suficientes en el presente, parece una competencia entre las autoridades que la promueven. Lejos de corregir un error histórico, se propicia la confusión y se alientan odios ancestrales. Los discursos de muchos mandatarios en la actualidad están llenos de mentiras y resentimientos que avivan el espíritu de confrontación, mientras quienes saquean al país, en el bajo perfil, disfrutan felices sus increíbles riquezas.


Hay tantos hechos infames que pueden endilgarse a los conquistadores españoles, como a los héroes de la independencia de Venezuela. No todo lo acaecido en tiempos de la conquista fue absolutamente malo. Ni todo lo realizado por los héroes de la independencia fue absolutamente bueno. Las acciones de los libertadores, no siempre estuvieron exentas de hechos aborrecibles, crueldades y violaciones. La guerra de independencia se inspiró en la Ley de Conquista (Domingo Monteverde, 1812) y en el manifiesto de Guerra a Muerte (Simón Bolívar, 1813). Fue una guerra de exterminio de parte y parte.


En 1492 el territorio hoy llamado América, entró al torbellino de la historia universal. Fue un hecho inevitable. Más tarde o más temprano, naves transatlánticas o transoceánicas, llegarían a sus playas para comenzar una nueva historia de violencia. Hasta esa fecha, Europa había transitado más de 2 mil años de civilización, entre guerras que sellaron el dominio de pueblos superiores en avances tecnológicos, sobre otros menos avanzados. La ley del más fuerte.


La historia de la civilización ha sido una continua sucesión de guerras, muertes, destrucción, enfrentamientos entre hombres, tribus, pueblos, Estados, naciones, civilizaciones. La historia de la humanidad no ha estado libre de guerras ni un solo minuto desde la aparición del Homo Sapiens. La América precolombina también se bañó en sangre. Nuestra nación, antes y después de llamarse Venezuela, no escapó a esa línea de conducta. Las comunidades pacíficas fueron atacadas por pueblos belicosos, siendo exterminadas, esclavizadas y desplazadas.


Las conquistas al territorio hoy venezolano por el Reino de Castilla, llevaron implícitas también, al margen de lo execrable, hechos que condujeron al patriotismo y la autonomía de quienes fueron luego los venezolanos. Uno de ellos fue la fundación de cabildos. Los cabildos propiciaron el sentido de pertenencia, las primeras formas de nacionalidad. Y tanto los líderes fundadores como los libertadores de Venezuela, fueron descendientes de aquellos conquistadores que fundaron ciudades e instituciones autónomas.


Con esta nueva honda de cambiar nombres, no se perjudica ni un ápice, la memoria de quien quiera que haya sido Alonso de Ojeda, ni se revindica nada. España no devolverá los tesoros extraídos de Venezuela durante la conquista y la colonización. Ni los gringos e ingleses, resarcirán al Estado venezolano el petróleo comprado a precio de gallina flaca. Y los nuevos “conquistadores”, los mafiosos que desfalcaron a PVDSA, que en asaltos y pillaje se equiparan con los peores filibusteros ingleses de los siglos XVI y XVII, jamás devolverán el dinero robado. La conquista, el colonialismo, el neocolonialismo y la actual destrucción de venezuela, se inscriben en lo que se denomina continuo histórico.
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