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domingo, 19 de mayo del 2024
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POCATERRA 3: El asesinato de Blanca Zulay Dávila (Historia basada en hechos reales)

El 14 de noviembre de 1984 el Papa Juan Pablo II disertaba sobre “La castidad conyugal”. Ese mismo día se apagaría la vida de Blanca Zulay Dávila, víctima de uno de los crímenes mas atroces registrados en la ciudad. La manera de operar Angel Alberto Pocaterra fue la misma:

Buscar en la prensa – Panorama – los avisos de inmobiliarias

Tenía un gusto especial por los apartamentos o quintas en zonas del norte

Seleccionaba dos o tres números y llamaba interesado en ver la propiedad asegurándose le atendiera una mujer.

Vestía impecable, casi siempre con una chaqueta azul de botones brocados

Ese día una voz dulce le respondió

  • Aló, Blanca Zulay Dávila
  • Llamo por el apartamento, quiero verlo
  • Sabe llegar?
  •  ¿Edificio Ada Evelyn, por la 72?
  • Si
  • ¿Apartamento?
  • 7B, señor.
  • Puede mostrármelo mañana miércoles?
  • ¿A qué hora, señor?
  • Después de mediodía, tengo complicada la mañana
  • Perfecto, le espero a las 2 pm
  • Allí estaré
  • Su nombre, por favor
  • Angel Pocaterra
  • Tenga un feliz día, señor
  • Igual, señorita

El noviazgo entre Blanca y Antonio Mendoza iba viento en popa. Pensaban casarse en diciembre.

  • Amor, ¿ vienes por mi?
  • Si, en 20 minutos paso. Fueron de compras disfrutaron unos helados.
  • Mañana le muestro el apartamento a un señor
  • ¿Lo comprará?
  • Le noté muy interesado.
  • ¿ Y a ti cómo te fue hoy?
  • Estuve en la granja de Gustavo Méndez, le puse unas vitaminas a los animales. Mañana voy a La Concepción.

Al cerrar la puerta del apartamento 7B en residencias Ada Evelyn, calle 72, Blanca Zulay Dávida quedó atrapada en manos de un ser diabólico y despiadado. El violador llevaba las intenciones de matarla, abusar de manera horrorosa de ella. Era una avecilla en manos de un bestia.

Los periódicos reseñaron la noticia y se quedaron cortos al contar los hechos. Blanca Zulay, estudiante universitaria y demostradora de apartamentos padeció un suplicio.

Como era la rutina a las 7 am el jefe de la Brigada Contra Homicidios ofrecía un parte de novedades al Jefe de Delegación acompañados por el Jefe de Investigaciones. Para las 9 am el superior debía estar al tanto para atender a los reporteros.

  • ¿Qué tienen?, dijo el Jefe de Delegación
  • El asesinato  y violación de una muchacha, comisario. Extiende la carpeta amarilla con las primeras actuaciones. Las fotografías de Técnica Criminalística no habían llegado porque se procesaban en  laboratorio de cuarto oscuro, revelado manual. La pieza contenía el protocolo forense o autopsia. El policía lee sosteniendo con la mano izquierda las hojas, cuatro subalternos, funcionarios investigadores de temple, hombres hechos a toda prueba a quienes no les temblaba el pulso a la hora de enfrentar un delincuente, le miraban, sus ojos se exaltaban a medida que leía, con la mano derecha tocaba la barbilla, arqueaba las cejas, empuñaba como sosteniendo la nueve milímetros, gira dándoles la espalda, queda mirando el retrato en la pared del Director, la cadena de mando, respira hondo, regresa a la posición inicial, la descripción del Médico Forence de cada una de las heridas, profundidad, magnitud, para un policía de homicidios ducho era como recrear una película, aquella sangrienta lujuria, el desborde de maldad contra una ovejita indefensa, consternó al jefe policial.
  • ¿Tienen hijas hembras?, preguntó con voz quebrada
  • Sí, comisario
  • Entonces comprenden que a este animal hay que atraparlo ¡ya!
  • Le pegamos un pepazo apenas lo identifiquemos…
  • No, darle un tiro a este tipo es hacerle un favor. Lo detienen, lo tratan bien, hacen un expediente blindado, sin ninguna caída, lo llevamos a juicio, que pase 30 años en Sabaneta. Cuando los detectives salieron, el jefe policial se sentó dejándose caer en la silla de amplio espaldar, exhaló, recordó a su hija llenándolo de caricias, golpeó la mesa.
  • ¡Maldito!, dijo,

Poco antes de las 10 am un enjambre de reporteros de sucesos entran al despacho guiados por la Licenciada Dilza Salazar.

  • Están hambrientos los cuervos, dijo irónico el Jefe de Delegación.
  • De ninguna manera, comisario, acaso usted cree que nos gusta hacer esto, que  nos gusta la muerte, la maldad de las personas, en la mañana mientras otros entrevistan artistas, poetas, toman café con banqueros, nosotros estamos en la morgue viéndole la cara mas fea de la ciudad, no nos gusta, comisario, habrá quienes crucen los dedos pidiendo un muerto, un crimen, eso lo hacen aquellos que son malos periodistas, los de verdad esperamos que no pase nada, que no maten a nadie porque tenemos imaginación de sobra para llenar las páginas, cada noche llevamos a la cama estas historias nefastas que contamos, comisario, lidiamos con el dolor causado. Disculpe el discurso, comisario.
  • Camacho te amo, dijo una bella reportera, en verdad tenía una imagen equivocada de usted señor. Se levantó fue donde estaba y le estampó un beso en la mejilla. El viejo periodista se ruborizó como un escolar.
  • ¿Entonces por qué lo hacen, porque cuentan estas historias, porque tienen la sección de sucesos, la última página?, preguntó el jefe policial. Unos minutos de silencio.
  • A mi entender – respondió un Maestro del periodismo de nombre Carrillo Girón- hacemos esto con la esperanza de que la gente aprenda, conozca los hechos, vea las bajezas humanas, la maldad de las personas, sepa cómo pasan las cosas, porque detonan, dónde se descuidan, cómo se confían, para que los lectores adquieran malicia, se pongan alertas, esto da pie a otra pregunta interesante ¿por qué las personas leen sucesos?, en mis años he llegado a la conclusión que lo leen para saber y sentir que no es con ellos, que lo malo le pasa a otros.

Cuando Pocaterra atacó a La española no dejó huellas, contrario al homicidio de Blanca Zulay donde los rastros abundaban en aquel apartamento del horror.

Había transcurrido una semana del asesinato de Blanca Zulay cuando Los pichicosos le dijeron al Jefe de Delegación mostrando la reproducción de la cédula de identidad:

  • Reventao jefe, este es el malparío que mató a la muchacha.
  • ¡Ay papá!, no digan nada  a la prensa hasta que le pongamos los ganchos.

Darío era un datero de los periodistas. Algo así como “Garganta profunda” del caso Watergate. Llamaba a las 3 de la tarde a las redacciones de Panorama y Critica. La primera llamada era para el diario de La calle Pacheco – así le decían a Panorama que se mudaría a la moderna sede de Delicias en diciembre de 1984 – , si no le atendían allí, entonces, marcaba a Critica.

  • Hay un violador en serie en Maracaibo. Es un tipo que viste elegante y pesca a sus victimas en las agencias inmobiliarias. Si las chicas que muestran la propiedad van solas no las perdona, las amarra con los cables del teléfono y las viola varias veces. La PTJ ya lo sabe, pregunten, pidan el retrato hablado de ese perro y verán, dijo en una de sus llamadas.

Por esa razón, luego de asesinar a Blanca Zulay los detectives de homicidios recopilan la información que se tenía, vuelven a entrevistar a las mujeres abusadas, analizan el perfil, acento al hablar y con ello ponen a trabajar a los informantes. En cuestión de días, el criminal cae en las redes, es alcanzado por el largo brazo de la justicia.

En la Delegación de Cecilio Acosta siguió un proceso donde el indiciado debía rendir declaraciones en sumario. Allí se topó con Julia Montiel concuñada de la víctima. Pasaron cinco años hasta llegar a sentencia firme. El expediente se nutría por violación con homicidio intencional y alevoso en contra de Blanca Zulay Dávila. Lo que vino después, aquel ser tan perverso, manipulador y tenebroso no lo pudo imaginar. (Continuará)

Josué Carrillo

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