Sentada sobre una de las escalas de un puente peatonal en Bogotá, con su hijo de casi dos años en brazos, la venezolana Génesis -quien llego hace un año a Colombia- pide a los que por allí pasan que le den dinero o comida.
El reportaje realizado por el periódico, La Voz de América, reflejó sobre las decadencias que a diario deben afrontar los venezolanos a raíz de la pandemia.
Después de trabajar en un centro comercial de Bogotá, llevando y trayendo zapatos de los locales a las bodegas, esta joven migrante se quedó sin trabajo, a raíz de la pandemia y, para no perder el alquiler de una habitación y comprarles lo necesario a su bebé y su pequeña de 6 años -que está en Venezuela-, dice que sale a pedir lo que la gente le pueda brindar: “A veces me dan, a veces no. Pero uno no se puede quejar porque la gente le ayuda mucho a uno”, confesó a la Voz de América.
La escena se repite en varias zonas de la ciudad. Incluso en el transporte público, venezolanos piden ayuda, y debido a que algunos no tienen productos para vender, entonces simplemente solicitan comida o dinero.
En las salidas de los supermercados, es común ver a uno o a varios que para obtener algún ingreso optan por ofrecer bolsas de basura, apoyar a los compradores transportando sus bolsas de alimentos o simplemente abren las puertas de estos lugares, de manera cordial, para permitir que los compradores entre o salgan.
Temor a salir con niños
Otra de las problemáticas que enfrentan los venezolanos, que salen a las calles para pedir ayuda, es que deambulan con varios miembros de la familia.
La venezolana Yessica González pide ayuda junto a su madre -de 50 años- y su hijo, de tan solo uno, de calle en calle.
“Yo tengo cinco meses ya en Bogotá y mi situación es sinceramente crítica porque tengo que salir a la calle con mi bebé porque, si no salgo y me quedo en el apartamento donde estoy, me sacaban”, dice la joven de 28 años, quien llegó a Colombia proveniente del estado de Portuguesa.
Dice incluso que los dueños del lugar donde reside pasan en las noches amenazando con sacar a los huéspedes, y dándoles solo cuatro días de gracia para ajustar cuentas.
NAD