En las bulliciosas calles y avenidas de Maracaibo, un peligro silencioso se cierne sobre miles de conductores y sus pasajeros: la imperiosa necesidad de operar vehículos viejos y la casi imposibilidad de mantenerlos adecuadamente debido al prohibido costo de los repuestos.
Lo que para muchos es una rutina diaria, para los choferes venezolanos se ha convertido en una verdadera «ruleta rusa» donde cada viaje podría ser el último.
La obsolescencia rodante
El parque automotor venezolano es en gran medida, obsoleto. Las sanciones económicas y la hiperinflación han limitado drásticamente la importación de vehículos nuevos y han encarecido exponencialmente los repuestos y el mantenimiento.
Consecuentemente, muchos carros que en otros países estarían en manos de chatarreros, aquí siguen circulando en condiciones precarias.
«Andamos con lo que hay, no hay de otra», comenta Tony Sánchez, taxista con más de 20 años de experiencia en Maracaibo.
«Mi carro tiene más de 30 años y encontrarle un repuesto es como buscar una aguja en un pajar, y cuando la encuentras, te cuesta un ojo de la cara», consideró Juana Suárez choferesa.
La falta de componentes básicos como frenos, neumáticos en buen estado, sistemas de suspensión o incluso luces operativas, transforma cada trayecto en un acto de fe.
Peligros visibles e invisibles
Las consecuencias de esta realidad son alarmantes. Accidentes por fallas mecánicas son cada vez más frecuentes, desde averías menores que dejan a los vehículos varados en plena vía, hasta colisiones graves con resultados fatales.
La infraestructura vial en mal estado, sumada a la falta de señalización y alumbrado en muchas zonas, agrava la situación.
Los choferes, conscientes del riesgo, adoptan medidas desesperadas. Algunos recurren a repuestos de segunda mano, cuya durabilidad y seguridad son cuestionables.
Otros se ven obligados a «reinventar» piezas o a realizar reparaciones artesanales que, aunque momentáneamente resuelven el problema, comprometen la integridad del vehículo a largo plazo.
¿Hasta cuándo la ruleta?
La «ruleta rusa» en la que se ha convertido conducir en Venezuela no es una metáfora trivial. Es una realidad palpable que afecta a millones de personas diariamente.
Mientras no se aborden las causas estructurales que perpetúan esta crisis, cada viaje seguirá siendo un desafío a la suerte, una muestra de la resiliencia (o la desesperación) de quienes, a pesar de todo, siguen moviendo el país sobre ruedas que cada día son más viejas y peligrosas.
Noticia al Día. Fotos: Cortesía
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