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martes, 23 de diciembre del 2025
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MUNICIPIO MARACAIBO | En Maracaibo se ve de todo: La ciudad donde lo increíble es cotidiano

«En Maracaibo se ve cualquier cosa». Esta frase, grabada en el ADN del marabino, no es solo un dicho; es la definición de una cotidianidad impredecible, extravagante y a menudo, surrealista. Refleja la capacidad local de convivir con realidades que desafían la lógica.

Para el maracucho, «resolver» es una disciplina creativa. Son soluciones ingeniosas —y a veces temerarias— para transportar mercancías, remendar vehículos o mantener a flote un negocio. Esta idiosincrasia se mezcla con una personalidad histriónica: no es extraño toparse con caravanas espontáneas o decoraciones excesivas que conviven con el fenómeno del Relámpago del Catatumbo. En esta ciudad de contrastes, los vehículos de los años 70 modificados comparten vía con tecnología de punta.

La realidad que supera la ficción


«Aquí se ve de todo», repiten los locales ante escenas que parecen sacadas de una película:

Un aire acondicionado instalado en un carrito de cepillados.

Mudanzas enteras equilibradas sobre una motocicleta.

Ceniceros adaptados a manubrios de motos.

Gente bebiendo café hirviendo a 40 °C.

Carros fúnebres convertidos en taxis improvisados.

Incluso la gastronomía y las costumbres nocturnas rompen esquemas. A nadie le asombra ver a alguien desayunando chivo en coco tras una noche de farra, o a un previsor cliente llenando un botellón de agua potable con cerveza justo antes de que cierre el depósito de licores.

Recientemente, en una de las avenidas principales, un burrito tiraba de una carreta cargada de botellas; su dueño con un gesto de humanidad y humor, le había colocado un sombrero para protegerlo del sol inclemente.

En las populares «coroteras» —donde se vende desde una aguja oxidada hasta un vehículo de último modelo—, un aviso capturaba las risas de los transeúntes: «Vendo el rancho con todos los corotos adentro, incluyendo el perro que no es bravo».

La última hazaña de este surrealismo urbano ocurrió recientemente. Un chofer, tras sufrir un pinchazo y no tener repuesto, levantó su vehículo y lo apoyó sobre la patineta de su nieto. Así, rodó con cautela hasta la cauchera más cercana para comprar una «chiva» (neumático usado) y seguir su camino.

Definitivamente, en la capital del Zulia, la lógica es lo único que no tiene cabida.

Noticia al Día/ Foto: Javier Sánchez

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