Cuando Estafadoras de Wall Street llegue a los cines argentinos, por fin nos enteraremos por qué todo el mundo está hablando de Jennifer Lopez desde el 7 de septiembre, cuando la película tuvo su estreno mundial en el Festival de Toronto. Más vale tarde que nunca: parece que, a los 50 años, a la sex symbol, cantante, actriz, bailarina y empresaria le llegó la hora del reconocimiento artístico.
La película dirigida y coescrita por Lorene Scafaria está inspirada en un artículo publicado en la New York Magazine en 2015. Ahí, la periodista Jessica Pressler contaba cómo, en el marco de la crisis financiera de 2008, un grupo de strippers inició una carrera delictiva que les llenó los bolsillos y, a la vez, fue una pequeña revancha contra esos hombres de negocios que habían llevado a gran parte de la sociedad a la ruina.
Samantha Barbash, Roselyn Keo, Karina Pascucci y Marsi Rosen formaron una suerte de asociación de viudas negras: emborrachaban y drogaban a los clientes que iban al club donde bailaban -en su enorme mayoría, ejecutivos de empresas financieras- para robarles. En total se hicieron con unos 200 mil dólares, aunque no salieron impunes: fueron condenadas a cinco años de libertad condicional.
Entre los elogios que recibió, se ha señalado el parentesco de Estafadoras de Wall Street con el cine de Martin Scorsese -en algún momento fue candidato a dirigirla, pero declinó la oferta- o el de Steven Soderbergh, por películas como El lobo de Wall Street o La gran estafa. Un combo de comedia, policial y drama feminista, con un elenco sólido en el que se destaca Lopez, que no sólo fue una las protagonistas, sino que también estuvo involucrada en la producción.
En esta ficción, ella es Ramona, la cabecilla de la banda. Un rol que queda plenamente justificado apenas se la ve aparecer en la pantalla, en una escena que, según el consenso de la crítica, quedará entre las más comentadas del año. Con un físico imponente pese a su medio siglo de edad, la diva latina de una cátedra de baile del caño al ritmo de Criminal, de Fiona Apple. Nadie, ni aun los fanáticos que la vienen siguiendo desde que su primer protagónico (Selena, en 1997) esperaba verla así.
“Sabíamos que ese momento en el que Ramona es presentada al mundo iba a ser esencial para sostener el resto de la película y su personaje. Teníamos que transmitir temeridad y confianza”, declaró Lopez en una de las entrevistas que dio luego del estreno.
Contra lo que cabría suponer en alguien acostumbrado a jugar con la sensualidad, exponer su cuerpo no le resultó tan sencillo. “Me ponía nerviosa subir al escenario delante de 300 hombres usando eso. ¡Era la tanga más chica del mundo, un hilo dental! Cuando actúo en un concierto, tengo varias capas de medias y cosas así para apoyarme, pero acá éramos sólo yo y el hilo dental”.
Lopez salió airosa de ese desafío: “Tuve que apropiarme de ese vestuario, como lo habría hecho Ramona. Como mujeres, a menudo tenemos una elección con nuestra sexualidad: ¿nos asusta o la usamos? Ramona la usa sin temores, y espero que puedan verlo en su primera escena. Su atuendo, su actitud: era dueña del escenario y en ese momento era dueña de esos hombres. Y lo sabe”.
En “Estafadoras de Wall Street”, Jennifer Lopez es Ramona, una experta bailarina del caño, y Constance Wu es Destiny, su protegida.
Además de contar con su anatomía como aliada, para conseguir quitar el aliento Lopez se entrenó durante varios meses con una coreógrafa del caño. Incluso llevó un caño portátil consigo para poder seguir practicando en sus viajes. “Bailé durante toda mi vida y hago ejercicio cada día. Y puedo decir sin ninguna duda que aprender el baile del caño fue uno de los mayores desafíos que tuve”.
La carrera hacia el Oscar 2020 ya empezó, y no son pocos los que mencionan a esta neoyorquina de origen puertorriqueño como candidata una nominación, ya fuera como actriz protagónica o de reparto. En caso de ganarlo, sería la primera latina en conseguirlo en toda la historia. De hecho, hasta ahora sólo cuatro fueron nominadas al Oscar protagónico: Fernanda Montenegro, Salma Hayek, Catalina Sandino Moreno y Yalitza Aparicio. Pero todas se fueron con las manos vacías.