Continuando con mis reflexiones, en esta etapa de pandemia, la de hoy se va referir al venidero año; al que saludamos con mucha esperanza de un futuro mejor. Despidamos al año viejo, que se va agotado y exhausto después de haber cumplido con su deber en la infinita ánfora de los tiempos. ¿Fue generoso o parco con nosotros? Ahora ya no importa.
Si tenemos alguna queja de él, quizá no fue suya la culpa, sino nuestra por no haber sabido aprovechar las oportunidades que nos ofrecía. Ahora, pensemos en el año nuevo, ese recién nacido, sano y bullicioso que parece mirarnos con optimismo; más sin embargo, debemos reconocer que nuestra situación actual es bastante difícil y no logramos entender como nuestro país dotado de riquezas y óptimas condiciones para reproducirlas, se encuentre en difíciles condiciones políticas, económicas y sociales.
Grandes recursos se encuentran esparcidos en todo el suelo y subsuelo del ámbito nacional; y, la utilización que se ha hecho de ellos no ha permitido crear un bienestar general, ni alcanzar una calidad de vida aceptable para todos; ni establecer bases firmes para una economía sólida, en permanente expansión, dependiente menos de la bondad de la naturaleza, que del trabajo y creatividad del hombre.
Venezuela desde hace bastante tiempo y de manera creciente, ha sido un país peligrosamente atado a la existencia y destino de uno solo de esos bienes naturales como lo es el petróleo, cuyo comportamiento no depende de nuestro poder de decisión, y si, en mucho, del que detentan las grandes potencias que lo utilizan de acuerdo con sus propias exigencias del desarrollo.
Las graves dificultades económicas, cada vez más permanentes con independencia que la situación internacional nos sea favorable o desventajosa; el decaimiento moral propiciado por el éxito económico fácil y la lenidad frente a las leyes; la indiferencia hacia los valores morales y culturales propios, son, entre otros, graves indicios que la precaria situación en que nos encontramos es consecuencia en buena parte de la ausencia de concepciones claras y definidas sobre la racional utilización de nuestros recursos naturales y humanos.
Es necesario, por lo tanto, conformar políticas de desarrollo integral, de carácter permanente, cuyos efectos se extiendan lo más posible en el tiempo y permitan crear una economía diversificada no petrolera en permanente desarrollo, encaminada más que al solo crecimiento cuantitativo, al logro del progreso material y espiritual de los venezolanos en justa armonía creadora de ellos entre sí y con la naturaleza.
Creemos que ha llegado el momento de unir la voluntad y el esfuerzo de todos para luchar e imponer una democracia que no solo llegue a ser un sistema creativo en el campo económico y social, sino que transforme al venezolano en un hombre distinto, conocedor y defensor de sus derechos, devoto de la cultura y de la paz, enemigo de injusticias y miseria de los pueblos, respetuoso de las leyes, amantes del trabajo y consciente que únicamente con su superación permanente intelectual y moral se puede construir un país mejor, bajo el solo imperio de la justicia y la moral. Feliz año nuevo a todos mis lectores y que no perdamos la fe y la esperanza, recordando siempre que los momentos más oscuros son los más cercanos a la aurora.
Individuo de número de la Academia de Ciencias Jurídicas del Estado Zulia
[email protected].