La celebración de la Semana Santa este año fue algo atípica ante la situación de la pandemia mundial, pero para los habitantes de la zona norte de Cabimas, se repite lo de años anteriores, nuevamente sin una gota de agua, totalmente sedientos y ante la mirada indiferente de sus autoridades tanto municipal como regional sin dejar de mencionar Hidrolago, que tampoco les resuelve la situación.
Ambrosio I, Ambrosio II, El Golfito, El Amparo, Amparito, Las Malvinas, Miramar, La Misión, son sectores de la zona norte del municipio Cabimas, donde el agua es el servicio público que más problemas le acarrea a las comunidades, quienes dependen del suministro del líquido a través de camiones cisternas y la compra de botellones.
Xiomari Marín residente de la calle el Impulso de Ambrosio manifiesta que económicamente depende su salario integral que es de 450 mil bolívares y eso no es suficiente para abastecerse de agua, no le queda para la comida, ni medicinas.
“A diario le pido a Dios que me ayude a duplicar mi dinero, porque si compro comida no tengo para el agua , tan necesaria para el aseo personal, limpieza ni para lavar la ropa, en medio de esta pandemia. Mucho menos me queda dinero para pagar transporte para ir a mi sitio de trabajo”.
A ello le vamos a sumar, las largas hora de racionamiento eléctrico a la cual nos somete diariamente Corpoelec a pesar del señalamiento del gobernador que serían de tres horas, aquí son de 6 hasta 8 horas. Hemos salido a la calle a protestar, nos trasladamos a sus oficinas administrativas, porque esto no es nuevo, llevamos meses padeciendo esa estuación y no hay solución, dijo Marín.
Antonia Amado residente de El Golfito, manifiesta que estos días santos los ha pasado detrás de un camión cisterna, los pocos que llegan al sector piden pago en dólares y se burlan del decreto de la autoridad municipal que fijó la pipa de agua e 20 mil Bs.
“ Si las autoridades municipales no le ponen control a los camiones cisternas, al ciudadano de a pie no le queda otra solución que someterse a los abusos a los cuales ya están acostumbrados los vendedores de agua”.
El jueves y viernes santo, los bajones eléctricos hicieron feria dentro del sector. Perdí la cuenta de cuántos se registraron en estos dos días. Lo lamentable es que se dañan los artefactos y no hay dinero para reponerlos y la empresa Corpoelec ni el gobierno responde, dijo angustiada Amado.
José Alfonzo habitante del Amparo comentó, que pasan los años y esta comunidad sigue con el mismo problema del agua a lo que ahora se le suman los contantes bajones eléctricos que nos “carga locos”, a cualquier hora del día se produce una baja fluctuación y solo se siente el fuerte golpe en los aparatos electrodomésticos, cuando regresa el fluido eléctrico, ya que no da tiempo de desconectar los artefactos.
Carmen Díaz, habitante del sector Miramar señala con preocupación, que esta situación del agua se vuelve intolerante y “mucho más cuando estamos enfrentando una cuarentena por un virus que requiere del agua para el aseo personal y del hogar y como lograrlo si a veces no disponemos de dinero ni para una pipa de agua”.
Resaltó, que ha escuchado de un plan de contingencia con camiones cisternas para las zonas vulnerables, pero nunca lo ha visto en su comunidad.
A esta situación le sumamos las altas temperaturas experimentadas en los últimos días y es el caos total, sin agua, apagones, calor y encerrados por la cuarentena , es para volverse loco, dijo exaltada Carmen Díaz.
Los habitantes de la zona norte de Cabimas le hacen un llamado al alcalde para que tome el control de plan de contingencia que llega a estos sectores. Hay vecinos que han solicitado la colaboración para ser beneficiados con el mismo, pero pasan los días y las semanas y queda todo en el papel, como “letra muerta que se la lleva el viento”, resaltó Alfonzo
Los vecinos de la zona norte de Cabimas levantaron su voz y señalar que si hay un cronograma de despacho que se cumpla y se atienda el clamo r de un pueblo sediento, cansado de padecer por este problema del agua.
Redacción de Mirian Zambrano/Primera Edición Col