La tensión política y diplomática sube sus decibelios entre el gobierno de Nicolás Maduro (Gobierno de Venezuela en disputa) y el gobierno de Estados Unidos, presidido por un Donald Trump que este martes, 4 de febrero, dejó clara su posición y política exterior ante la crisis de Venezuela: “destruir y aplastar la tiranía de Maduro”, palabras pronunciadas por el mandatario durante su discurso del Estado de la Unión en el Congreso, en el cual estuvo como invitado especial Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional y reconocido por 55 países como presidente encargado de Venezuela.
Pero este miércoles, a solo minutos de una reunión entre Guaidó y Trump en la Casa Blanca, el canciller de la República, Jorge Arreaza, rechazó en nombre del gobierno de Maduro las críticas y “violentas amenazas” del presidente Trump hacia el mandatario venezolano, a quien responsabilizó de la grave crisis económica y social que vive el país.
En una rueda de prensa desde la Casa Amarilla (sede de la Cancillería) en Caracas, Arreaza acusó este miércoles a Trump de ser un “charlatán soberbio”, lo cual deja entrever que la posición del gobierno venezolano seguirá, al menos por ahora, bajo la línea de rechazo a las sanciones, política exterior y medidas diplomáticas de EEUU para sacar a Maduro del poder e instaurar un proceso de transición en Venezuela.
De esta forma, las declaraciones del equipo diplomático del gobierno de Maduro, encabezado por Arreaza, demuestran que las tensiones entre Trump y la administración chavista están en una fase de polarización e intensidad sin precedentes en vista de la creciente expectativa de nuevas medidas de presión que EEUU aplicará contra Maduro, incluso más allá de sanciones financieras a sus funcionarios y a sus fuentes de financiamiento, medidas que Washington ha sopesado bajo la política de “todas las opciones están sobre la mesa, incluida la opción militar”, en palabras del propio Trump y del secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo.