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viernes, 22 de noviembre del 2024
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Colombia en máxima tensión tras intensa jornada de protestas y toque de queda

En medio de una tensa situación, Bogotá se recuperaba este sábado 23-N de su primer toque de queda en cuatro décadas, decretado por disturbios surgidos de una masiva protesta contra el gobierno de Iván Duque, quien ordenó que militares y policías continúen patrullando las calles de la capital colombiana. 

Soldados recorrían a pie, en tanques blindados y en motocicletas algunos puntos del centro y del sur de la ciudad, donde el viernes 22-N se presentaron altercados que dejaron casi 300 detenidos. Por los mismos sectores circulaban en calma policías y escuadrones antidisturbios.

«Ese patrullaje es necesario pero además se hace para darles a los ciudadanos tranquilidad y presencia», dijo Duque, tras afrontar jueves movilizaciones de cientos de miles de colombianos en rechazo a sus políticas económicas, sociales y de seguridad.

Cerca de 13.000 uniformados custodiaron la ciudad mientras rigió la prohibición de circular, desde el viernes a las 21H00 hasta el sábado a las 06H00, la primera desde 1977 cuando se ordenó por otro gran paro nacional.

El mandatario derechista, que enfrenta un paulatino crecimiento de malestar social tras quince meses en el poder, no precisó hasta cuándo la fuerza pública recorrerá las vías de la urbe de siete millones de habitantes, que en su concepto fue víctima de quienes «buscan propiciar el caos» en el país. 

Venezolanos expulsados

Antes de las protestas, Duque advirtió que Colombia podía ser sacudida por convulsiones sociales similares a las de Ecuador, Chile o Bolivia, y expulsó a 24 venezolanos señalados de querer promoverlas.

Este sábado, aseguró que en la noche del viernes hubo «importantes capturas» de extranjeros, cuya nacionalidad no precisó, que serán judicializados o expulsados.

Por su parte, el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, denunció que detrás de la ola de violencia había un «complot» y «organizaciones de alto nivel» interesadas en «desestabilizar» al país: «Aquí no se trata de unos jóvenes que están llevando a cabo manifestaciones espontáneas». 

Sin mencionarlo, señaló al senador izquierdista Gustavo Petro de «regodearse» con la situación de Bogotá, que demandará recursos millonarios para reconstruir estaciones y buses del sistema de transporte masivo averiados. 

Exalcalde de Bogotá, derrotado por Duque en las presidenciales de 2018, Petro contestó convocando un cacerolazo nacional a partir de las 17H00 locales (22H00 GMT) contra «el miedo y la mentira».

Miedo a saqueos de residencias

El miedo a supuestos robos en residencias y la tensión por nuevos brotes de violencia acompañaron el toque de queda en la capital de Colombia.

Las porterías de edificios y conjuntos residenciales se convirtieron en puestos de comando improvisados de decenas de ciudadanos que, armados con cuchillos, bates y machetes, se alistaron para repeler supuestas hordas de encapuchados que robaban la ciudad.

Buena parte de los bogotanos experimentaba por primera vez un toque de queda. La última vez fue durante otro gran paro nacional, en septiembre de 1977, años antes de que estallara la violencia de los carteles del narcotráfico y se agudizara el conflicto de guerrillas y paramilitares.

Ahora se dio por saqueos a establecimientos comerciales, disturbios y ataques a estructuras públicas y privadas que siguieron a una masiva protesta contra el gobierno derechista de Iván Duque.

«Cuidamos lo de cada uno»

«Lo de nosotros no es grupo de pandillas ni nada, sino grupos de familias que están cuidando lo de cada uno», dijo a AFP Santiago Palacios, un entrenador de gimnasio que vigilaba su casa en San Cristóbal, en el norte de la capital. 

Armado con un palo, Palacios vencía el sueño con tazas de café que lo mantenían alerta ante las noticias que llegaban por WhatsApp sobre «ataques» a lo largo y ancho de la urbe.

El fisiculturista y sus vecinos parecían ser víctimas de lo que el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, llamó una «ola de pánico».

«Si bien hay casos (de robos a residencias) que han sido atendidos, se trataría de un plan orquestado para levantar pánico», dijo el mandatario.

En la era de las redes sociales, las noticias falsas se difundieron como fuego en un pajar.

La policía reconoció que hubo disparos y peleas en algunos sectores, pero aseveró que mayoritariamente se debieron a confusiones entre los mismos «vigilantes».

En los celulares, unos mismos mensajes de alerta se replicaron con cambios en detalles como locación y hora.

Para diferenciarse de los extraños, Palacios y sus vecinos se colocaron camisetas blancas encima de la ropa.

– Brotes xenófobos –

La ola de violencia se concentró en zonas populares del sur de Bogotá, una ciudad de siete millones de habitantes. Pero Peñalosa se abstuvo de relacionarla directamente con las movilizaciones del jueves contra el gobierno central y la consideró el resultado de «una minoría de delincuentes» atacando la capital.

Pese a que a la medianoche las autoridades aseguraban haber controlado los «actos de vandalismo», los autodenominados guardianes no bajaron la guardia. Y apuntaron, sin más pruebas que las cadenas en redes, a un enemigo: los migrantes venezolanos que han llegado en masa en los últimos años huyendo de la crisis en su país.

«No los hemos visto, pero vienen robando, digamos, como saben, desde el sur», reconoció Palacios, que confiaba a ciegas en la información que le compartían.

Buena parte de los 313 mil venezolanos que viven en Bogotá, de los 1,4 millones en Colombia, residen en las zonas más sacudidas por los desmanes. 

Uno de los epicentros del «vandalismo» fue Patio Bonito. Un nombre irónico para una zona de discotecas y prostitución donde decenas de personas saquearon almacenes, incendiaron una estación de transporte público y trataron de linchar a un policía en imágenes retransmitidas en televisión.

En medio de las calzadas con piedras, vidrios rotos y llantas aún humeantes, soldados retuvieron y controlaron hasta tarde a los habitantes que desafiaron el toque de queda.

«A los militares les tienen más respeto» que a la policía, agradeció Esneider, cuidador de un almacén saqueado.

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