Al analizar el comportamiento del hombre contemporáneo frente a la diversidad y velocidad de los actos cotidianos, resulta fundamental examinar investigaciones sobre este tema. En este sentido, es relevante recordar los planteamientos del sociólogo polaco Zygmunt Bauman, quien ha destacado la importancia de comprender los cambios acelerados en el mundo actual y su relación con la falta de solidez en nuestras acciones, a lo que él denomina el mundo líquido o las sociedades líquidas.
Bauman explica que la fluidez y volatilidad de nuestros tiempos generan incertidumbre, observándose un incremento en la fragilidad ante los cambios impulsados por el desarrollo tecnológico desde la década de 1970. En este contexto, se observa una pérdida de empatía, amor en nuestras acciones y sentido de colaboración entre las personas, lo que ha llevado a un individualismo que nos convierte en meros turistas de la vida.
En el ámbito laboral, donde pasamos gran parte de nuestro tiempo cumpliendo obligaciones, se evidencia un deterioro en las relaciones, llegando al punto en que la sustitución de un compañero por trabajo digital no genera mayor impacto. Incluso se ha llegado a pensar que la falta de solvencia en nuestras expresiones sentimentales puede ser compensada con regalos comprados en una tienda, convirtiendo estos obsequios en la principal demostración de afecto, cariño, amistad o amor.
En este contexto, se ha vuelto común resolver todo en términos de negocios o cenas, sin expresar nuestros sentimientos con palabras o acciones concretas. La falta de colaboración y solidaridad en el trabajo y en la comunidad nos sitúa en una realidad dominada por el individualismo, donde la velocidad del tiempo no permite que nuestras acciones adquieran solidez.
Es imperativo reflexionar sobre cómo las políticas públicas orientadas al crecimiento económico deben ir de la mano con el fortalecimiento de la libertad y seguridad de los ciudadanos para garantizar un mejor nivel de vida. El pensamiento centrado en las personas es fundamental para el desarrollo de sociedades democráticas, donde la educación juega un papel clave en el fortalecimiento de nuestras relaciones humanas.
La debilidad y fragilidad caracterizan al hombre de estos tiempos, donde los intereses superficiales han desplazado nuestro verdadero sentir. Es necesario abandonar la estrategia de equiparar nuestros sentimientos con simples regalos comprados en tiendas para poder enfrentar el desafío de recuperar la solidez en nuestras acciones y vencer la rapidez que nos rodea.
En última instancia, el desafío de las sociedades contemporáneas radica en prevenir la mercantilización de los sentimientos y promover un retorno a la autenticidad y profundidad en nuestras relaciones humanas.
José Gregorio Figueroa Zabala
@figueroazabala