El régimen nos ha afectado de forma transversal a todos los venezolanos comenzando por aquellos “intelectuales, artistas, empresarios” que despreciaron la participación política como mecanismo de expresión, bajo el argumento de que los partidos no me dan la comida que se sirve en la mesa.
Recuerdo de muy joven cuando tenía unos 16 años en 2008, visitamos una comunidad muy humilde al oeste de mi ciudad natal Maracaibo, para hacer un recorrido e invitar a votar en las elecciones de gobernadores de ese entonces. En una de esas casas hechas con láminas de Zinc nos recibe un Sr de unos 40 años, muy delgado y nos dice que está de acuerdo con la necesidad de un cambio en la política, pero que al final no va a votar, porque (cito textualmente) ¨si yo no trabajo, no como y ningún partido me da trabajo¨.
En ese momento producto tal vez del potente sol del mediodía o de la indignación le solté un ¨ojalá la política nunca te afecte en tu vida laboral, para que tu familia no se arrepienta de la decisión que estás tomando hoy¨ y me retire de ese humilde camino de tierra.
Pase unos cuantos años más molesto por la respuesta negativa o indiferente de algunas personas que creyéndose más dignas que el resto se jactaban de según ellos no ser ¨títeres¨ de algún partido político. No fue sino tiempo después que comencé a estudiar psicología que comprendí el grave daño que nos han causado como sociedad.
Nos han sembrado un desprecio hacia la clase política, han roto los lazos de confianza y cooperación entre la sociedad, han sembrado la resignación y en parte el conformismo a través del discurso sutil y constante de que los venezolanos nos merecemos todo gratis, por el simple hecho de haber nacido en un país petrolero.
Esto ha dividido nuestra sociedad en dos grupos:
Uno pequeño conformado por quienes aún se aferran a este discurso, al tiempo que ven su calidad de vida sucumbir con el pasar de los años y las promesas que emite el régimen de un futuro mejor, tras vencer una supuesta guerra que no existe y de existir hace tiempo que perdieron.
En este grupo también están los que no creen en el discurso, pero lo utilizan con la esperanza de caer en gracia en el partido de gobierno y poder ¨resolverse la vida¨ como herederos de la revolución.
Otro grupo de mayor tamaño conformado por quienes resisten a este discurso, pero deben hacer frente de manera individual a los problemas de acceso a los servicios públicos, inseguridad, crisis económica, e hiperinflación que enfrenta toda la nación, pero que al mismo tiempo el tratar de sobrevivir y resolver los problemas de la cotidianidad venezolana le impide tener los recursos, el tiempo, la voluntad, para participar de la política.
Muchas personas menospreciaron el poder del régimen para sembrar el resentimiento y acabar con toda o casi toda riqueza de la nación y hoy en día se lamentan desde el exterior o el interior de nuestro territorio, el no haber sido capaz de luchar a tiempo o de involucrarse en el cambio político que tiene ya mas de 20 años tratando de resistir a la persecución, exilio, prisión y tortura de todos aquellos que levantan la voz en contra del gobierno nacional.
Sin duda los que pertenecemos a la clase política no somos héroes en ningún sentido, tampoco aspiro serlo en lo personal, pero sí creo que debemos hacer un esfuerzo pedagógico por lograr conectar con el entendimiento y el juicio social, que la gente puede comprender que estamos frente a la oportunidad de construir un gran movimiento social que nos permita ponerle fin a esta pesadilla que nos ha afectado a todos.
Para ello es importante comprender como sociedad la importancia de la participación política para que más nunca se piense que por tener un buen trabajo, o una posición de comodidad no hace falta involucrarse en las cuestiones políticas de la nación.
Es momento de la reconstrucción de la fibra social del venezolano, estamos a muy buen tiempo de pensar en un 2024 de libertad, es la hora de la patria.
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Psic. José Leonardo Caldera
Legislador del CLEZ