Arríbanos a un nuevo 5 de Enero. La fecha establecida en la Constitución para instalar la Asamblea Nacional. Una vez más se impone, en el terreno de los hechos, la impostura. Lo que se está escenificando en la sede del Palacio Legislativo no es nada nuevo. Es la repetición del libreto aplicado con la fallida constituyente y con el asalto a la directiva parlamentaria del pasado 5 de enero de 2020.
Las dictaduras tradicionales asumían su rol de forma abierta y directa. El neo autoritarismo chavista, auto designado Socialismo del Siglo XXI, son tan totalitarios, como sus mentores del socialismo real instaurado por Stalin y Fidel, pero quieren presentarse como demócratas. Se auto proclaman representantes de una “democracia participativa y protagónica”, despreciando las reglas fundamentales del estado de derecho,
Por eso hacen ese doble juego. Hablan de democracia, pero implantan la dictadura pura y simple. Además se ofenden porque se les denuncian sus atrocidades, sus crímenes y fraudes. Niegan la libertad y criminalizan toda disidencia.
Maduro y su camarilla son unos expertos en el manejo de la impostura. La Real Academia de la Lengua Española define la impostura como:”Fingimiento o engaño con apariencia de verdad”.
Estamos ante la simulación de un parlamento. Un engaño, una apariencia basada en la violación brutal del orden constitucional. Pero los hechos son tan burdos, que solo logran engañar a fanáticos, ofreciéndoles argumentos vacíos para justificar su inmoral asalto al poder.
Como toda dictadura, la de Maduro no puede tolerar ninguna disidencia auténtica, no aceptan el pluralismo político e ideológico, menos un parlamento, no controlado de forma absoluta, desde sus espacios de poder.
Por eso desconoció desde su misma elección a la Asamblea Nacional elegida el 6 de Diciembre de 2015. Por eso la hostigó y desacató desde su instalación. Por eso terminó asaltándola, en una operación tan sucia como inútil, el 5 de enero del pasado año 2020, corrompiendo a varios diputados elegidos en la plataforma de la oposición.
Ya antes había adelantado la impostura de la Constituyente, precisamente para justificar el desconocimiento de la legítima y legal asamblea. Invadió con esos falsos constituyentes, los espacios naturales del parlamento en el Palacio Federal Legislativo; alentando a militares “felicitadores” a irrespetar a los diputados y hasta a su propio presidente.
Ahora están instalando su nueva Asamblea. Todo un monumento a esa cultura de la impostura, de la mentira, del disimulo. Lo que se está juramentando no es un parlamento democrático. No es la representación nacional, es un funcionariado subalterno, designado fraudulentamente para aparentar el rol de parlamentarios, que les será imposible cumplir.
Les será imposible porque en ese cuerpo de dependientes no se podrán cumplir las funciones esenciales de un verdadero parlamento.
No podrá ejercerse la representación de los estados y de los ciudadanos, porque está es una dictadura centralista que desprecia a la persona humana, la autonomía regional y la descentralización. Ninguno de esos presuntos diputados podrá hablar en nombre de los pueblos que supuestamente representan, no podrán pelear por sus necesidades, porque ellos no los representan, ellos son funcionarios de la cúpula usurpadora y jamás levantaran su voz para cuestionar su soberbia.
No podrán ejercer la función de control de la administración porque jamás harán una investigación para establecerle responsabilidades a un ministro, a un jefe militar (que son los que dominan el aparato burocrático), o algún funcionario de mediana importancia.
Ellos van a ocupar esos asientos para hacer lo que han hecho, desde el año 2000, los agentes del oficialismo en esas funciones: ser encubridores del saqueo del país y de las masivas violaciones a los derechos humanos.
El concepto de parlamento que el chavismo ha instaurado es el de una casa de segundones, cumpliendo instrucciones desde la cúpula político militar de la revolución. Confundieron la solidaridad política con un gobierno, con la complicidad de los crímenes cometidos por sus jefes.
Por eso pudieron desbancar al país en la época de mayor abundancia de recursos financieros de toda nuestra historia económica. Por eso no investigaron, el robo en CADIVI de más de 500 mil millones de dólares. Por eso jamás quisieron investigar el hurto de petróleo y sus derivados, así como la destrucción de PDVSA. Por eso jamás permitieron investigar las brutales comisiones en la compra de alimentos para Mercal, Pdval y el Ministerio de Alimentación. Por eso nunca aceptaron investigar la adquisición de chatarra militar rusa, ni el destino de los miles de millones de dólares del Fondo Chino y del Fondo de Desarrollo Nacional, administrado por el mismísimo Hugo Chávez. Mucho menos Iban a investigar el enriquecimiento ilícito de connotados jefes políticos y militares de la revolución, cuyas multimillonarias cuentas o las de sus socios, aparecieron luego en los bancos de Europa y Estados Unidos. Cumpliendo órdenes autorizaron el monstruoso endeudamiento de la República, luego de haber despilfarrado y saqueado al fisco nacional.
Si esos señores y esas señoras, que tenían la investidura de diputados actuaron como perfectos subalternos cumpliendo órdenes, estos personajes de la Nueva Asamblea Fraudulenta serán peor que aquellos. Todos se saben colocados allí por la artera maniobra de cúpula inescrupulosa.
Si alguna duda cabe de la naturaleza fraudulenta y antidemocrática de ese cuerpo de subalternos, previamente denunciada por quienes libramos la lucha desde las trincheras de la democracia, es la composición final que le dieron a dicho cuerpo.
Un régimen, que en todas las investigaciones de opinión pública supera el 80”% de repudio, instala un parlamento con un 95% de supuestos diputados afines, sólo está evidenciando su naturaleza autoritaria y fraudulenta. En ninguna sociedad, auténticamente democrática, un partido de gobierno copa el 91,33% de los curules del parlamento, dejándoles a sus colaboradores, en el fraude, menos del 9%. Eso solo existe en las dictaduras. Es lo que ha ocurrido en Venezuela.
Esta Ilegal e ilegítima Asamblea ya no califica ni siquiera como impostura. Su conformación es tan burda, tan descarada que ni siquiera alcanza la categoría de simulación. La dictadura de Maduro hizo tan recurrente este formato que la terminó desnudando. Hasta la creatividad para el disimulo se les agotó. La burda ambición de controlarlo todo, de tal forma que no vayan a existir sorpresas, logró hacer demasiado evidente la conducta criminal del asalto al poder.
Esta perversa codicia será el talón de Aquiles que nos permitirá impulsar la lucha. La avaricia rompe el saco, dice un viejo refrán. Y efectivamente ésta ambición desmedida por tenerlo todo, por controlarlo todo, será la brecha por la que transitarán las huestees de la libertad.
Para avanzar será necesario reconstruir la unidad real de la sociedad democrática, y legitimar su representación y conducción. Es nuestra prioridad en esta hora de impostura en la vida de la nación.
Caracas, lunes 4 de enero de 2021.