Siempre se le ha conocido como los trabajadores, más adelante como el recurso humano, luego le denominaban el activo más importante para las organizaciones y recientemente se le llama “Capital Humano”; llámese como se llame siempre se trata de “gente”, y como tal hay que tratarlas, respetarlas y hasta lidiarlas, porque sin duda tratar con gente no es tarea fácil, hay que aprender a conocerlas, descubrir sus aptitudes y conocer sus actitudes, sus reacciones, sus desmotivaciones, preocupaciones, alegrías, éxitos, fracasos y todo aquello que se relacione a comportamiento, porque allí está la clave, en conocerlos, al final las organizaciones están conformadas por gente, que con todo y la evolución tecnológica, con toda la innovación, con todas las herramientas gerenciales, simplemente hay que conocer a la “gente”, de allí que hoy día entre otras cosas , se comienza a hablar de las organizaciones “Tóxicas”, entendiendo por ellas, aquellas organizaciones poco afectivas, con ambiente cargado de negatividad, conflictivas, donde sus empleados laboran en alta tensión, restándole vitalidad a sus miembros, disminuyendo la productividad. En este campo de la investigación de las organizaciones, destacan los estudios de PETER FROST, siendo uno de los pioneros en el estudio de las organizaciones Tóxicas.
Ahora bien, en el caso de las organizaciones venezolanas, frecuentemente es conocida la poca importancia que se la da al capital humano, reconociendo algunos esfuerzos que al respecto se vienen produciendo, en algunos sectores de las organizaciones venezolanas.
Las organizaciones nuestras son exitosas en momentos determinados, decaen, hasta desaparecer, es decir, no tienen garantizado el éxito (con excepciones naturalmente). Esto sin duda debe llevarnos a la reflexión, debiéramos comenzar por programar como aprender de los errores, mejorar las relaciones interpersonales, motivas a la “gente”, mejorar el clima organizacional; ahora esto no es automático, ni se puede decretar, requiere de un proceso de aplicación en base al consenso, y participación de todos los que conforman la organización a todos sus niveles.
En esta transición no se pueden detener los movimientos y las acciones de la organización, el mayor compromiso de la organización es con su “gente”, motivarlos, formarlos para el éxito, deteniendo todas las cargas de energías negativas que seguramente tienen, porque al fin y al cabo son “gente” y no hay nada más difícil que nosotros.
El camino es largo, difícil, especialmente por nuestro nivel de cultura organizacional muy orientado hacia lo “Tóxico”, las respuestas a todas estas inquietudes no aparecen a la vuelta de la esquina, hay esfuerzos, algún que otro resultado, pero aún estamos ante la presencia de organizaciones tóxicas, y debemos procurar con urgencia que tanto el sector público como privado introduzcan mejoras en cuanto al capital humano y su comportamiento, que no nos quedemos en programas, en proyectos, en escritos de largos documentos, ambiciosos y bien intencionados de excelente redacción, esto es saludable, pero más lo sería si se llevasen a la práctica, que se ejecutaran y se monitorearan para evaluar sus resultados, en el cual sin duda la educación juega un importantísimo papel.
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Dr. José G. Figueroa Z.