Hay personas que se enfocan en ver los defectos del otro, critican, juzgan y se dedican a detallar las debilidades, errores y pecados de los demás. Esta conducta reiterada es un defecto que algunos desarrollan e incluso se puede convertir en una patología caracterizada por una postura criticona que daña profundamente las relaciones interpersonales y a su vez refleja un complejo de inferioridad e inseguridad. Es simple, la persona busca desviar la atención criticando a otros para cubrir sus carencias.
Las personas criticonas se muestran superiores o que tienen más valía que los demás y se creen en el derecho de juzgar la vida otros, sin mirar la propia.
La crítica en principio no es mala, siempre y cuando sea asertiva, porque nos ofrece una manera diferente de ver las cosas, además nos da la oportunidad de recopilar otras ópticas sobre determinada situación para reinventarnos. Incluso, la experiencia de otros, nos puede servir para aplicarla y aprender. Ahora bien, cuando la crítica es malintencionada y se dirige a perjudicar se convierte en dañina. Cuando alguien se dedica exclusivamente a señalar a otros para buscar defectos, deja de enfocarse en sí misma, tratando de desdibujar sus propias debilidades, negándose a buscar las herramientas para convertirse en una mejor persona.
Cuando nos dedicamos a señalar los defectos del otro, perdemos un valioso tiempo, pues nos alejamos de enfocarnos en nosotros mismos y en lo que verdaderamente debemos estar, incluso una persona criticona se aparta del bienestar y la felicidad porque está empecinada en los demás y no en lograr sus objetivos de vida.
Es positivo ayudar a los demás desde las buenas intenciones, pero es importante practicar la coherencia de lo que predicamos y hacemos, la relación inquebrantable entre los hechos y las palabras, debemos entender que la mejor forma de ayudar es a través del buen ejemplo, sin dejar a un lado la importancia de un buen consejo, positivo y empático. Comprender que nuestra visión no es la única que existe, es la llave para aprender a ser respetuosos y tolerantes.
Enfocarse en sí mismo, representa amor propio hacia lo que somos, admitiendo nuestros defectos y fortaleciendo nuestras virtudes, trabajando cada día para ser mejores personas, útiles y ejemplo para los demás, solo es cuestión de estar en lo que debemos hacer y no escudriñar la vida de quienes nos rodean, buscando sus errores para emitir juicios, como si tuviésemos el don de tener la razón en todo. El ángulo que tenemos acerca de alguna situación no es el único, pues existen muchas perspectivas diferentes incluso más realistas que la nuestra.
El consejo es trabajar en sí mismos, dedicarse cada quien a lo suyo y dejar de juzgar a los demás, a veces es más favorable el silencio que una palabra estéril. “Vive y deja vivir”.
Abg. Nilmary Boscan Maldonado