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viernes, 22 de noviembre del 2024
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Los mil y un oficios de un maestro venezolano para sobrevivir (II)

La encuesta de 2023 de la Red de Observadores Escolares reveló que al menos el 49,5 % de los docentes en Venezuela tienen trabajos alternativos. Beatriz Fuenmayor, maestra de primaria en el colegio Jesús Terán Chavín, en el barrio Libertador, cobra cerca de 140 dólares mensuales sumando su salario y los bonos entregados por el Gobierno nacional, con los que debe mantener a sus tres hijas. Por ello, complementa sus ingresos con otros oficios como preparación de tortas, yogures, arreglo de uñas y alquiler de inmobiliario para fiestas. “La realidad es que yo no puedo mantener mi casa, mi familia, con ese mísero sueldo”, comentó con tristeza

La profesión de docente en Venezuela se convirtió en camaleónica. De vender tortas, a arreglar uñas hasta pasar por la joyería, son algunos de los oficios que debe tener un maestro para subsistir y mantener una familia en el país.

La quincena de un maestro, a la fecha de publicación de este reportaje, suponen alrededor de 200 bolívares en promedio, una cifra que depende del grado de antigüedad, pero que aún para los más experimentados, es un monto insuficiente y, para algunos, insultante.

Según cifras de septiembre de 2024 del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM), el precio de la canasta alimentaria familiar se ubicó en $531,57, el equivalente a Bs. 23.128,50, mientras que el salario promedio docente es de $18,86 por lo que su poder adquisitivo es de apenas 3.55 %.

Entre los años 2000 y 2002, un maestro en Venezuela llegó a ganar más de mil dólares mensuales, lo que hoy parece una utopía sacada de la ciencia ficción para un sector educativo golpeado y decaído.

Sin capacidad de mantener su hogar, a sus hijos, ni siquiera a ellos mismos como individuos, los docentes recurren a otros empleos, oficios o labores con las que puedan llevar el pan a la mesa.

La Red de Observadores Escolares, en su encuesta del año escolar 2022-23, reveló que al menos el 49,5 % de los docentes tienen trabajos alternativos.

Colegio Jesús Terán Chavín

Con ser docente ya no es suficiente

Una muestra de ello es el caso de Beatriz Fuenmayor, quien imparte clases de primaria en el colegio Jesús Terán Chavín, antiguamente conocido como Colegio Libertador, en el barrio del mismo nombre, en Maracaibo.

Luego de egresar de la universidad José Gregorio Hernández en 2011, ingresó a la citada institución, en donde trabajó dobles turnos hasta el cierre del turno de la tarde en 2017, y pasó cinco años y ocho meses sin cobrar su sueldo.

Beatriz, ahora de 37 años, vive en el sector La Modelo y es madre de tres hijas de 17, 10 y cinco años, a las cuales debe mantener junto con su esposo, trabajador de Petróleos de Venezuela S.A. (Pdvsa) con 21 años de servicio.

La escuela clausuró el turno de la tarde hace siete años debido a la baja matrícula, y hasta el año pasado, solo impartían clases tres días a la semana, debido a la crisis económica y la escasez de pasaje para el traslado de los maestros.

Con profunda frustración e indignación, Beatriz cuenta como su quincena como docente es de apenas 199,70 bolívares. El llamado “bono de guerra económica” que entrega el Gobierno nacional, y el cestaticket, apenas acumulan entre ambos 130 dólares mensuales, que sumado al sueldo base, no logra superar los 140 dólares al mes.

¿Cómo se mantienen a tres hijas y un hogar con 140 dólares? La respuesta es tan corta como dolorosa: no es posible. Por ello, Beatriz debe realizar otros oficios en su día a día que son los que le permiten proveer comida, techo y un futuro a sus hijas. “La realidad es que yo no puedo mantener mi casa, mi familia, con ese mísero sueldo”.

“Yo hago tortas, yogures, arreglo uñas, alquilo inmobiliario para fiestas, y mi esposo es joyero”, explicó.

Compaginado con su trabajo en Pdvsa, su marido funde y confecciona joyería de todo tipo. Beatriz recordó que, cuando su hija mayor se graduó del bachillerato en el liceo Santa Marta, ella promocionó los anillos de graduación que fabrica su esposo a las otras madres de la promoción, para ayudar a la familia a conseguir un ingreso extra.

Yandira Cedeño, una profesora de una escuela de la parroquia Cacique Mara quien pidió no publicar su nombre real por motivos de seguridad, trabaja como “lashista”, es decir, se dedica a la colocación de pestañas postizas.

Luego de 17 años impartiendo educación, de los cuales en 14 de ellos trabajó diariamente en doble turno tanto en colegio público como privado, ahora debe recurrir a este oficio para criar a su hija de 12 años.

Hay asistencia de pocos alumnos, y con los materiales que nosotros teníamos de años anteriores estamos cubriendo ahorita la demanda de los niños”, comentó la maestra.

Con lo que gana en su profesión apenas puede cubrir los servicios públicos esenciales. Gracias al apoyo de su esposo, así como de su hermana que emigró a México hace seis años, puede mantener a su pequeña y a sus padres, quienes viven con ella.

Su oficio la ocupa de lunes a lunes, y a pesar de que gracias a la ganancia que le genera este negocio podría dejar su profesión como docente, decide no hacerlo. “Yo sobrevivo porque me decido a un oficio, en el cual me formé, me capacité, y a día de hoy es prácticamente de lo que yo vivo”.

¿La razón? El anhelo de que, algún día, la situación para los maestros venezolanos va a cambiar para mejor.

“Es lo que me gusta, es lo que es lo que me gusta hacer, si yo tuviera una mejor remuneración créanme que no me dedicaría a otro oficio”, aseguró.

Darren García

Las tareas dirigidas son la otra gran solución económica para los maestros, quienes trasladan sus conocimientos y vocación a las salas de sus casas luego de culminada su jornada diaria en sus colegios.

Este es el caso de Darren García, profesor de 5° grado de la escuela Jesús Terán Chavín. Por las tardes Darren organiza tareas dirigidas en su hogar en dos turnos, de 2:00 a 4:00 de la tarde, y de 4:00 a 6:00 de la tarde, que le permiten llegar a fin de mes.

Anteriormente vivía muy tranquilamente con mi sueldo de docente, cosa que ahora no puedo hacer, y se cohíbe uno de muchas cosas porque tu dinero no te alcanza”, comentó.

Tal y como lo expresaron cada uno de los docentes a los que se entrevistó para este reportaje, la educación es una hermosa vocación, pero tras terminar sus jornadas diarias de cuatro horas y 45 minutos por pasión a su trabajo y amor a los niños, vuelven a la realidad: ¿Qué irán a comer mañana?

diarioversionfinal

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