Aunque solemos pensar en la evolución como algo que ocurrió en el pasado, los científicos coinciden en que es un proceso continuo. Nuestro cuerpo todavía guarda rastros de ese pasado animal: estructuras que alguna vez fueron útiles, pero que hoy parecen innecesarias. Algunas de estas, como los músculos vestigiales, las colas humanas o los dientes supernumerarios, no solo nos conectan con nuestros ancestros, sino que podrían ser señales de que la evolución sigue activa.
La evolución humana no ha terminado. Hoy, vemos adaptaciones sorprendentes en distintas poblaciones que viven en condiciones extremas, como los bajau del sudeste asiático o los nenets de Siberia. Estas diferencias, muchas veces imperceptibles, son la base sobre la que la selección natural continúa trabajando.
La cola humana: un vestigio embrionario que aún sorprende
Durante las primeras semanas del desarrollo embrionario, todos los humanos desarrollan una pequeña cola. En la mayoría de los casos, esta desaparece antes del nacimiento, pero en algunos raros casos persiste: se trata del llamado “apéndice caudal”, una estructura que puede medir entre 1 y 12 centímetros.
Estos casos se han documentado en distintas partes del mundo. Aunque se consideran una malformación congénita, su existencia confirma nuestra herencia evolutiva compartida con otros mamíferos. La región donde se forma esta cola contiene los mismos huesos, nervios y tejidos que encontramos en las colas de otros primates, aunque en nosotros estén atrofiados.
Lo curioso es que algunas colas tienen movilidad o contienen estructuras nerviosas. Esto ha llevado a algunos investigadores a preguntarse si estamos viendo una reactivación de genes antiguos.
Músculos que ya no usamos, pero algunos aún tienen
Los músculos vestigiales son otra evidencia de nuestra evolución en marcha. Uno de los más conocidos es el músculo palmar largo, que va desde el codo hasta la palma. Aproximadamente el 14% de las personas en el mundo no lo tienen, y su ausencia no causa ningún problema funcional.
Otro ejemplo es el músculo auricular, que permite mover las orejas. Aunque en la mayoría de los humanos está atrofiado, algunas personas aún pueden moverlas ligeramente, como lo hacen muchos animales para detectar sonidos.
También hay personas que presentan músculos extra en los pies. Son similares a los de los simios y ofrecen una mayor capacidad de agarre. Estas variantes no siempre se heredan, lo que sugiere una expresión genética espontánea, posiblemente ligada a condiciones ambientales.
Más dientes de los necesarios: los supernumerarios
Los dientes supernumerarios son dientes adicionales que aparecen junto a los normales. En algunos casos, estos dientes tienen formas completamente distintas y aparecen en zonas inusuales del paladar o las encías. Aunque a menudo se extraen por motivos médicos o estéticos, se estima que cerca del 4% de la población mundial presenta al menos un diente extra.
Los biólogos creen que este fenómeno se relaciona con una fase temprana de la evolución humana. En ese tiempo, tener más dientes era útil para procesar alimentos duros o sin cocinar. Algunos investigadores también sugieren que podría tratarse de una reactivación de genes dentales inactivos heredados de ancestros con tres filas dentarias, como algunos reptiles.
¿Vestigios o evolución activa? Lo que dice la ciencia
Los expertos en genética evolutiva explican que estos rasgos podrían verse de dos formas: como simples vestigios de estructuras pasadas o como indicadores de mutaciones que siguen activas. Aunque muchas de estas características parecen innecesarias, no se puede descartar que, bajo ciertas condiciones, se vuelvan ventajosas.
Investigaciones publicadas en revistas como Nature y Cell Reports han revelado que mutaciones genéticas responsables de músculos vestigiales o dientes adicionales siguen ocurriendo en diversas poblaciones. Esto sugiere que la evolución está lejos de haberse detenido.
Adaptaciones humanas modernas: la resistencia al frío extremo
Los nenets de Siberia y los inuit del Ártico presentan adaptaciones impresionantes al frío. Tienen una mayor proporción de grasa marrón, una vasoconstricción más eficiente para conservar el calor y estructuras nasales que calientan el aire antes de que llegue a los pulmones.
Estudios del Max Planck Institute han encontrado mutaciones específicas en genes como TRPM8. Este regula la sensibilidad al frío. Estas mutaciones no se encuentran con la misma frecuencia en poblaciones ecuatoriales.
Bajau: los humanos que evolucionaron para vivir bajo el agua
Uno de los casos más fascinantes de evolución humana moderna es el de los bajau. Esta comunidad de pescadores del sudeste asiático vive gran parte de su vida en el mar. Estudios genéticos liderados por la Universidad de Copenhague revelaron que los bajau tienen un bazo 50% más grande que el de otras poblaciones. Esto les permite almacenar más oxígeno y bucear hasta 13 minutos sin equipo.
Este rasgo está asociado a una variante del gen PDE10A, relacionada con la contracción del bazo. La presión ambiental de vivir buceando por generaciones habría favorecido a quienes nacieron con esta mutación.
Otros ejemplos de adaptación extrema
- Quechuas y aymaras de los Andes: tienen mayor capacidad pulmonar y una adaptación para procesar oxígeno en altura.
- Sherpas del Himalaya: poseen variantes en el gen EPAS1 que regulan la respuesta a la hipoxia.
- Poblaciones del Sahara: desarrollaron pigmentación más resistente al sol y una mejor conservación de agua.
Estos ejemplos demuestran que la presión ambiental sigue moldeando nuestra biología. Las mutaciones útiles se transmiten y se consolidan en nuevas generaciones.
La evolución en tiempo real: mutaciones, presión ambiental y selección
La evolución ocurre cuando una mutación proporciona una ventaja, se hereda y se mantiene en una población. Las condiciones ambientales, la dieta, la actividad física y la tecnología influyen en qué características resultan más útiles.
Por ejemplo, el aumento de las cesáreas podría estar cambiando el tamaño del cráneo humano. En el pasado, un bebé con una cabeza más grande tenía menos posibilidades de sobrevivir al parto.
La tecnología también crea nuevas presiones. El uso prolongado de pantallas podría estar afectando la estructura ocular o la postura corporal. Con el tiempo, podría influir en la forma del cuerpo humano.
¿Estamos viendo el futuro del cuerpo humano?
Los humanos con colas, músculos adicionales o dientes extra no son errores. Son evidencia de que la naturaleza sigue probando combinaciones. Las adaptaciones al frío, a la altura o al mar muestran que seguimos cambiando.
La evolución humana no se ha detenido. Nuestro cuerpo se sigue moldeando por el entorno, las decisiones y la tecnología. Quizás en unas generaciones veamos rasgos hoy raros convertirse en comunes. Y eso no es ciencia ficción: es biología en acción.
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