Venezuela tendría que reducir o suspender temporalmente la extracción en algunos campos. Las nuevas trabas al transporte también dificultan la llegada de diluyentes esenciales para procesar el petróleo extrapesado. Varios supertanqueros cargados permanecen inmóviles en aguas venezolanas, con millones de barriles sin destino definido
La industria petrolera venezolana enfrenta un cuello de botella crítico que amenaza con paralizar parte de su producción. Las restricciones al transporte marítimo y la reciente incautación de un buque han provocado una acumulación acelerada de crudo en terminales y tanqueros anclados en el país, reduciendo de forma drástica el margen operativo de la estatal Petróleos de Venezuela.
Fuentes del sector energético señalan que la capacidad de almacenamiento disponible se está agotando con rapidez y podría saturarse en cuestión de días. De materializarse este escenario, Venezuela tendría que reducir o suspender temporalmente la extracción en algunos campos, una medida que afectaría directamente a una producción cercana al millón de barriles diarios.
El problema no se limita a la salida del crudo. Las nuevas trabas al transporte también dificultan la llegada de diluyentes esenciales para procesar el petróleo extrapesado, un insumo clave para mantener el flujo de producción y exportación. Analistas del mercado advierten que, sin estos componentes, incluso los pozos activos podrían volverse inviables en el corto plazo.
Mientras tanto, Chevron continúa operando sus empresas mixtas bajo la licencia otorgada por el Departamento del Tesoro estadounidense, aunque el futuro de estas operaciones podría verse condicionado si Pdvsa se ve obligada a cerrar pozos por falta de espacio para almacenar crudo. Aproximadamente la mitad de la producción conjunta termina en manos de la estatal venezolana, lo que la expone directamente al actual atasco logístico.
El endurecimiento de las medidas anunciadas por el presidente Donald Trump ha generado un efecto inmediato en el mercado naviero. Aun sin directrices oficiales detalladas, armadores, aseguradoras y operadores han optado por retirarse de las rutas venezolanas para evitar sanciones o confiscaciones, paralizando de facto la actividad marítima asociada al petróleo del país.
Como resultado, varios supertanqueros cargados permanecen inmóviles en aguas venezolanas, con millones de barriles sin destino definido. Parte de estos envíos se realiza a través de una flota opaca de buques que operan con identidades falsas o señales de navegación alteradas, una práctica que ahora enfrenta mayor riesgo ante el aumento de la vigilancia estadounidense en el Caribe.
Expertos recuerdan que durante el primer mandato de Trump, una estrategia similar de presión redujo la producción venezolana a mínimos históricos. Aunque el impacto global es limitado, Venezuela aporta menos del 1% del suministro mundial, para la economía nacional el riesgo es elevado: cada pozo cerrado implica menos ingresos en un país altamente dependiente del petróleo.
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