Un ciudadano nacido en Venezuela, de padres canarios, Monseñor Javier Domínguez, fue designado para liderar el protocolo en las ceremonias oficiales que se celebran en Ciudad del Vaticano, un hecho histórico que destaca la presencia latinoamericana en la cúpula eclesiástica.
Mientras tanto, el reconocido periodista español, Antonio Pelayo ha generado expectativa al afirmar: “Yo creo que el 9 o 10 de mayo podríamos tener un nuevo Papa”. Sus declaraciones apuntan a una posible fecha para la elección del nuevo Pontífice, en vísperas al Cónclave que iniciará próximamente.
Las declaraciones del periodista español, no solo generan expectativa sino polémica al asomar una fecha tentativa conforme el día 05 de abril daría inicio el Cónclave que el cuerpo cardenalicio celebra para el elegir el nuevo Pontíficie.
¿Quién es este monseñor venezolano?
El protocolo del Vaticano pasa, desde hace años, por las manos de un hombre que, aunque creció en Caracas, lo hizo escuchando cada día el acento canario de su familia. Monseñor Javier Domingo Fernández González, el encargado de organizar la agenda diplomática de la Santa Sede, nació hace 51 años en Venezuela, pero lleva a El Hierro tatuado en la memoria como quien no quiere, ni puede, dejar atrás la raíz.
Estos días participa en los actos fúnebres del Papa Francisco, de quien fue uno de sus más fieles colaboradores en la Secretaría de Estado. El periódico La Provincia fue el primer medio en recordar que, pese a la solemnidad de Roma, hay una historia íntima que lo devuelve a una casa humilde junto a la iglesia de San Antonio de Abad, en El Pinar, donde nació su padre y aún vive su tía ‘Miña’.
Javier es Doctor en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y en Derecho Canónico por San Dámaso en Madrid, políglota y habituado a las cancillerías del mundo. Ha vivido misiones en lugares tan distintos como India, Nepal, Chad o República Centroafricana. Pero su presencia en El Hierro genera una curiosidad que solo se explica por lo sencillo de su gesto.
Pero fue su tía Herminia —Miña— quien, tras perder a dos seres queridos en Venezuela y volver al pueblo, le susurró que el suyo era un destino sacerdotal. Ella fue la primera en creer. Y ella sigue allí, en El Pinar, esperando cada regreso con café y caldo de papas.
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