El 8 de diciembre de 1980,John Lennon se despertó temprano. Tal vez escuchó moverse a su hijo Sean; tal vez apareció algún verso para las canciones que estaba grabando esos días. Se sentó un rato largo a mirar por la ventana de su departamento del Dakota, mientras Nueva York se ponía en marcha en un diciembre inusualmente cálido. Todavía no había nevado ni se habían visto obligados a abrigarse demasiado. Se hizo un café y fumó un cigarrillo. En la radio pasaron Watching The Wheels, el single con el que volvía al ruedo. Ya había perdido la costumbre de escuchar sus canciones en la radio. Le gustó la sensación. Sería un día ocupado. Tenía una sesión de fotos, entrevistas y terminaría la jornada grabando en el estudio. Después se levantó Sean, su hijo de 5 años. Lo acompañó en el desayuno y vieron juntos un rato de Plaza Sésamo.
Mark David Chapman había llegado a Nueva York el 6 de diciembre. Las primeras noches se había alojado en Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA). Después se mudó a un hotel lujoso. Tenía un bolso con una muda de ropa y unas pocas pertenencias entre las que destacaban varios discos de los Beatles, alguno de Lennon y un libro.
Mark David Chapman dejaba su habitación del Hotel Sheraton de Manhattan. Fue caminando hasta el Dakota y montó guardia. Llevaba encima una birome, el LP de Double Fantasy, un ejemplar ajado de El Guardián entre el Centeno de Salinger, un 38 especial y algunas balas. Quería ver a Lennon. Charlar con él. Pedirle un autógrafo. Matarlo.
Fuente: 800noticias
Tu opinión es importante para nosotros, déjanos tu comentario y síguenos en Instagram, Twitter, Facebook y YouTube recibe de inmediato los hechos noticiosos y análisis tal como están ocurriendo.