A pesar de la escasez de esperanzas, los socorristas rescataron el sábado a varios miembros de unas mismas familias que sobrevivieron durante cinco días entre las ruinas en Turquía luego de un potente terremoto que remeció la región fronteriza con Siria. El número de muertos por la tragedia superaba las 25.000 personas.
La televisión turca transmitía rescates dramáticos, entre ellos el de la familia Narli en el centro de Kahramanmaras, 133 horas después del terremoto de 7,8 grados de magnitud que se produjo el lunes. Primero se salvó a Nehir Naz Narli, de 12 años, y luego a sus dos padres.
Eso siguió al rescate horas antes de una familia de cinco personas de un montículo de escombros en la golpeada ciudad de Nurdagi, en la provincia de Gaziantep, informó la cadena de televisión HaberTurk. Los socorristas aplaudieron y gritaron “¡Dios es grande!”, mientras el último miembro de la familia, el padre, fue llevado a un lugar seguro.
El presidente turco, Recep Tayypi Erdogan, durante una gira por las ciudades afectadas por el terremoto, elevó el número de muertos en Turquía a 21.848, lo que aumentó la cifra total de fallecidos en toda la región, incluidas las partes de Siria controladas por el gobierno y los rebeldes, a 25.401.
Erdogan dijo que un desastre de este alcance es raro por afectar una zona tan grande que alberga a tanta gente. Se refirió a la tragedia como el “desastre del siglo” y dijo que había afectado una zona de 500 kilómetros (310 millas) de diámetro que alberga a 13,5 millones de personas en Turquía y un número desconocido en Siria.
“En algunas partes de nuestros asentamientos cerca de la línea de falla, podemos decir que casi no quedó piedra en pie”, afirmó el sábado desde Diyarbakir.
Aun así, el día trajo un rescate asombroso tras otro, con más de una decena de sobrevivientes.
Melisa Ulku, una mujer de unos 20 años, fue rescatada de los escombros en Elbistan, 132 horas después del terremoto, luego del rescate de otra persona en el mismo sitio a la misma hora. Antes de su rescate, la policía anunció que la gente no debería vitorear ni aplaudir para no interferir con otros esfuerzos de rescate cercanos. La mujer estaba cubierta con una manta térmica en una camilla. Los rescatistas se abrazaron. Algunos gritaron “¡Dios es grande!”.
Apenas una hora antes, una niña de 3 años y su padre fueron rescatados de los escombros en la ciudad de Islahiye, también en la provincia de Gaziantep, y poco después se rescató a una niña de 7 años en la provincia de Hatay.
Los rescates ofrecieron destellos de alegría en medio de la devastación días después de que el terremoto de magnitud 7,8 registrado el lunes derribara miles de inmuebles, matando a más de 25.000 personas en los dos países, dejara otros 80.000 heridos y a millones de personas sin hogar.
Pero no todas las historias tuvieron un final feliz: a primera hora del sábado, los operarios llegaron hasta una niña de 13 años atrapada en la provincia de Hatay y la intubaron, pero la joven murió antes de que los doctores pudieran amputarle una extremidad y liberarla de los escombros, reportó el diario Hurriyet.
Aunque los expertos afirman que las personas atrapadas pueden vivir una semana o más, las posibilidades de encontrar sobrevivientes disminuían en medio de temperaturas bajo cero. Los rescatistas empezaron a utilizar cámaras termales para detectar señales de vida entre los escombros, un indicio de la debilidad que tendrían ya los atrapados.
A medida que la ayuda continuaba llegando, un centenar de miembros del equipo de asistencia médica del ejército indio comenzó a tratar a los heridos en un hospital de campaña temporal en la ciudad sureña de Iskenderun, donde se demolió un hospital principal.
Un hombre, Sukru Canbulat, fue llevado al hospital en silla de ruedas, con la pierna izquierda gravemente herida y con hematomas profundos, contusiones y laceraciones.
Haciendo gestos de dolor, dijo que lo habían rescatado del edificio de apartamentos que se desplomó en la cercana ciudad de Antakya pocas horas después del terremoto del lunes. Tras recibir primeros auxilios básicos, fue dado de alta sin recibir tratamiento adecuado para sus heridas.
“Enterré (a todos los que perdí) y luego vine aquí“, declaró Canbulat, contando a sus familiares muertos: “Mi hija está muerta, mi hermano murió, mi tía y su hija murieron, y la mujer de su hijo” que estaba embarazada de 8 meses y medio.
Por: Agencia
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