Aspiraron a la llegada del día del retiro glorioso, en el que con una digna pensión pudieran al menos cubrir su subsistencia, así fuese de la manera más humilde. Pero la dura realidad del día a día les indica a las personas de la tercera edad que eso no será posible en la Venezuela de hoy, reseña Freddy Omar Durán en una crónica para La Nación.
Tal vez su nula, escasa, o poca actividad no resienta la economía de un país; y no por ello resultan invisibles: Con una juventud en migración, y hogares en los que no se van a resignar a encerrarse pues hay que salir para continuar en la brega, a los jubilados se les reconoce en pleno trajín en la calle.
Algunos se paran pensativos en las esquinas, calculando la mejor manera de aprovechar la pensión que a final de mes les cayó en la cuenta bancaria; un “cuadre de bolsillo” algo difuso, y más de expertos económicos, pues no solo incluye la tienda con el mejor precio, sino la que a sus bolívares les ofrezca el mejor valor, frente a la desventaja en que se encuentran frente al dólar o al peso.
En esa situación encontramos a Alberto Duque, de 70 años, quien muy tímidamente pedía por algo para el pasaje, pues no puede andar en mucha caminadera ya que se ahoga, por razones de salud, que una consulta médica, si la pudiera pagar, determinaría.
Hacerse un largo tramo desde el barrio San Carlos hasta Pirineos Uno valió la pena, porque una señora amiga le regaló un mercadito, que envolvío en una bolsa negra, y un poco de jabón en el bolsillo trasero de su pantalón.
— Todo el mundo anda igual. Está bien que uno ganara 130 bolívares, pero que rebajen todo. Eso equivale como a 22 mil pesos, ¿y cuánto cuesta un kilo de carne? 28 mil; ¿un kilo de pollo?, ¿una harina? Ya va para los 6 mil. Pedir me toca— confesó Duque.
NAM/800noticias
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