La palabra desigualdad, es cada día más utilizada en los diferentes medios de comunicación, es muy normal su empleo al igual que la palabra exclusión.
Probablemente, y es lo más seguro, guarda relación con los millones de personas a quienes no llegan o no existen políticas públicas.
Vivir permanentemente damnificado, solicitando refugio ante la inclemencia de la naturaleza es lo más común en cualquier ciudad del país.
El poco equipamiento de nuestras barriadas, sumadas a las altas cifras de desempleo, a la exclusión del sistema educativo, lleva, a millones de personas a deambular por las calles de nuestras ciudades, hurgando dentro de los desperdicios, buscando algo que comer.
Las condiciones de vida deplorables, marginalidad, pobreza, la indiferencia, olvido, conducen a la delincuencia, y a la prostitución, indigencia y a la demencia, sin que se sienta por ellos nada, solo lástima y compasión, ah… por cierto, suelen ser muy recordados en cuanto a congresos, seminarios, discursos, se realicen por allí, a ellos solo se les asiste una que otra vez, en campañas de profilaxia social, que no atacan las razones de su exclusión.
Estas condiciones de desigualdad social, son cada vez más alarmantes, ocurren en un país que recibe altos ingresos, que vive de una renta petrolera, y que no obstante, presenta pobreza extrema creciente, entendiendo por pobreza la carencia de bienes y servicios necesarios para satisfacer las necesidades básicas.
Las saldos rojos, producto de hechos de violencia, que ocurren en cualquier día de semana, son el reflejo de una sociedad que busca en la violencia, el camino más rápido para enfrentar la pobreza, la cultura del crimen, del secuestro, del sicariato, entre otras, expresan las habilidades y destrezas adquiridas, en esa gran escuela que es la miseria.
Luchar contra la pobreza, siempre ha sido tema de debates de discusión, sobre todo por las diferentes formas de abordar el tema.
La generación de políticas públicas, dirigidas a incrementar la producción de la riqueza, que conduzcan a una distribución justa de la misma, pueden contribuir a mejorar la situación, pero ha de insistirse en la educación como el principal medio para promover un desarrollo humano profundo y armonioso.
Solo venciendo la ignorancia, que permitan darle herramientas útiles a la gente, acompañado de planes y políticas orientadas al crecimiento y desarrollo, podrá conducirnos a caminos de bienestar.
El gran debate nacional debe dirigirse a la construcción de la visión del país, incorporarnos al combate de la desigualdad, pasar a construir riqueza. No es cuestión de modificar la metodología del cálculo de los indicadores económicos totalmente, mientras se discutan estos hechos, cada vez más hogares se incorporan al mundo de la pobreza, siendo tan notoria que muchas personas pierden el derecho a ser clientes, a comprar, porque sencillamente la pobreza conduce hasta la locura, es decir, perder la conciencia de todo cuanto ocurra, se pasa a ser simplemente un ex ciudadano, en todo sentido de la palabra.
Dr. José G. Figueroa Z.
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