La situación actual del país es bien conocida, caracterizada por profundos desequilibrios económicos, con acentuación en la parte social, a esto se le suma la aparición del Covid 19, y la declaración de la pandemia, lo cual restringió por medidas sanitarias el horario laboral, profundizando la ya precaria situación del país.
El ejecutivo nacional tiene la obligación de abrir espacios con la aplicación de políticas públicas, dirigidas a recuperar esta delicada situación, acá es vital y de suma importancia el papel de las empresas privadas.
El Estado por si solo en ningún país del mundo puede manejar todos los sectores productivos e incluso de prestación de servicios, las empresas deben jugar un papel claro, con reglas precisas, que permitan que las empresas asuman de manera decidida la reactivación económica; hace falta seguridad jurídica, confianza para permitir que las inversiones regresen al país y de esta manera se comience a recuperar el empleo, así como mejorar la recaudación tributaria con el trabajo de este sector, esto implica fiscalización, y estar atentos a la actividad empresarial.
Esto daría como resultado una nueva conducta del empresario, no aquellos acostumbrados a vivir del Estado. Se requiere una nueva cultura empresarial con énfasis en la ética, conducta y acciones, dirigidas al respeto del trabajador, de sus condiciones de trabajo, salarios dignos y bonificación por desempeño, respeto por el medio ambiente y con un alto sentido de la Responsabilidad social empresarial (RSE), que no sea un mero lema o discurso, que hagan prácticas los postulados del investigador Howard Bowen, cuando en 1953 público el libro sobre la ya mencionada RSE, y hacer de estás acciones prácticas por la sociedad y el medio ambiente, en aras de iniciar caminos de recuperación del país.
Sin la participación activa del sector privado, es casi imposible reactivar la economía, es vital y necesario la unión de esfuerzos.