Caracas 26 de marzo de 2021.
Les escribo, en público. Aunque ya hemos hablado en privado, y conocen ustedes mis preocupaciones y hondas decepciones por el curso que todos, hicimos tomar al país. Cuando digo todos, tomo mis responsabilidades.
Es cierto que el régimen de Maduro tiene el mayor peso. Primero, porque es Gobierno; y segundo, por lo que es más grave: porque ese Gobierno lo ha convertido en tiranía.
Pero, nosotros, todos; nos equivocamos. Hemos contribuido a esta tragedia nacional. A está fétida situación de calamidad colectiva, que es como una tumba abierta con un cadáver r expuesto al sol.
Es hora de volver al cauce democrático. No podemos dejar que el futuro del país, lo sigan agendando, quienes ya no tienen futuro, ni político ni internacional.
Debemos volver trizas el intento del régimen de crear una oposición de utilería. No está mal que los gobiernos y quienes le adversan, hablen, dialoguen, busquen un encuentro para los problemas nacionales.
Total, para eso es la política. Para usar cierta cordialidad cívica, que evite el mar impetuoso de las pasiones.
Pero lo que no está bien, es convertir el diálogo cívico en complicidad. Así como tampoco el miedo a la crítica de la prensa- que en Venezuela no hay eso, sino un nido de misioneros del Apocalipsis que pretenden enseñar de biblias a quienes la escribieron- detenga el coraje de sentarse con el diablo, si algún beneficio trae.
Hay que volver al camino electoral.
¿Cómo hacerlo? ¿Sobre cuáles bases definir nuestro posible futuro? ¿En qué marco colocar nuestra voluntad de transformación?
Acometer una empresa colectiva no es tarea simple. Implica una movilización de energías que abarca no sólo a la dirección política de la sociedad, es decir, a los partidos y al sistema político, sino también a los grupos y a los individuos para que, sin renunciar a la defensa de sus intereses legítimos, sean capaces de articularlos en una fórmula de solidaridad.
Esta es una palabra clave hoy: solidaridad. Unidad entre nosotros.
El futuro es siempre un necesitado de voluntades, de actores, de entusiasmo y de inteligencia colectiva. No hay empresa nacional sin pueblo, y no hay pueblo sin personas conscientes de que su vida cotidiana forma parte de la vida de la comunidad.
Frente al fracaso y al estancamiento, vengo a proponer hoy, el camino de la renovación. Pero no lo queremos transitar sacrificando los valores permanentes de la ética.
No podemos claudicar ni ante la prensa. Ni ante las presiones. Ni ante nuestros buenos hermanos de la administración de EEUU, que han metido la pata, tanto como nosotros.
Sólo la democracia hace posible debilitar la dictadura del Presidente Maduro. Y de eso saben ustedes, sabemos nosotros, porque somos venezolanos, pero sobre todo, somos demócratas.
Es hora conjuntamente con el pueblo de levantar la democracia solidaria, participativa y eficaz, capaz de impulsar las energías, de poner en tensión las fuerzas acumuladas en la sociedad.
Combinar la dimensión del voto con el reclamo.
Ya es hora de aprovechar la concesión que recientemente ha hecho el régimen, a la petición de los Noruegos. Se alargó el plazo para las postulaciones para rectores del nuevo Consejo Nacional Electoral.
Hay que participar, con garantías mínimas. Lucharlas. Pero dejando de soñar un CNE celestial, que no habrá ni hubo jamás en Venezuela. Ni en tiempos de Chávez, ni de Caldera, ni de nadie.
Pero sobre todo, querido Manuel Rosales, Julio Borges, Henry Ramos, y Lòpez. Sabiendo que como decía el escritor aquel: Los sueños, sueños son.
Hay que aceptar unos pasos que terminen en un largo, complicado pero seguro camino al cambio democrático y la salida honrosa de el señor Presidente del poder.
Una sociedad democrática se distingue por el papel definitorio que le otorga el pluralismo, entendido como un valor antes que como un procedimiento para la toma de decisiones.
En estos términos, el pluralismo es la base sobre la que se erige la democracia, y significa reconocimiento del otro, capacidad para aceptar las diversidades y discrepancias como condición para la existencia de una sociedad libre.
El chavismo existe. Y existirá. Tendremos que convivir con él y hasta co gobernar con él un tiempo. Es difícil esta afirmación, pero muy pragmática.
La democracia rechaza un mundo de semejanzas y uniformidades, que en cambio forma la trama íntima de los totalitarismos mos. Pero este rechazo de la uniformidad, de la unanimidad, de ninguna manera supone la exaltación del individualismo egoísta, de la incapacidad para la construcción de empresas colectivas.
Es hora de dar los pasos.
Su amigo.
Leocenis García Coordinador Nacional de Prociudadanos.