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lunes, 29 de diciembre del 2025
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Cuando Llegue el Tiempo de Vivir: Una Reflexión Literaria sobre la Existencia​Introducción por Jose Greorio Figueroa


​Antes de que el año llegue a su fin, he sentido la necesidad de apartarme de los análisis económicos, financieros y gerenciales que suelen ocupar mis artículos. Deseo hacer una pausa para reflexionar sobre nuestro «tiempo de vivir». La vida es el don más complejo y preciado que se nos ha otorgado; sin embargo, en un mundo saturado de distracciones y prisas constantes, a menudo olvidamos la maravilla y la responsabilidad que conlleva el simple hecho de existir.

​¿Cuál es el verdadero valor de este tiempo limitado? La literatura, a lo largo de los siglos, ha sido el espejo más fiel de esta interrogante eterna, ofreciendo consuelo, confrontación y una guía invaluable sobre nuestra importancia intrínseca. En las siguientes líneas, exploraremos la urgencia de vivir plenamente a la luz de grandes pensadores que han meditado sobre la finitud y el propósito humano.
​El valor del presente: La urgencia del ahora

​La conciencia de la muerte, lejos de ser un peso, es lo que confiere a la vida su urgencia y significado. Es precisamente nuestra finitud la que nos obliga a buscar la plenitud.

​El filósofo existencialista Jean-Paul Sartre, en su obra El ser y la nada (1943), argumenta que el ser humano está «condenado a ser libre». Esta libertad representa una carga, pues somos total y absolutamente responsables de lo que elegimos ser. Para Sartre, la importancia de la vida radica en la acción y la elección: cada momento es una oportunidad para definir nuestra esencia y proyectar un futuro con sentido. La vida es trascendental porque todo lo que somos se construye a través de lo que hacemos.
​Por otro lado, la poesía nos ofrece una visión más lírica.

Aunque a menudo se le atribuyen versos de tono motivacional, la esencia del pensamiento de poetas como Pablo Neruda —y la tradición de la «poesía de la vida»— enfatiza que la existencia se experimenta en la acumulación de instantes, no en la espera de un gran evento. El valor real se encuentra en el compromiso diario con la alegría, la lucha y la emoción.
​El propósito y la autenticidad frente al dolor

​Vivir no consiste únicamente en experimentar la felicidad, sino en abrazar la gama completa de la experiencia humana, incluyendo el sufrimiento. La literatura nos enseña que el dolor puede ser un catalizador para comprender profundamente qué significa estar vivos.

​El psiquiatra y escritor Viktor Frankl, basándose en su desgarradora experiencia en los campos de concentración en El hombre en busca de sentido (1946), sostiene que la principal motivación humana no es el placer, sino la voluntad de sentido. Frankl nos enseña que, incluso en las circunstancias más inhumanas, la vida mantiene su valor si somos capaces de encontrar un propósito o una actitud de trascendencia ante el sufrimiento inevitable. Somos importantes porque siempre conservamos la libertad de elegir cómo responder a lo que nos sucede.

​En un tono más introspectivo, León Tolstói, en La muerte de Iván Ilich (1886), presenta a un hombre que solo en su lecho de muerte comprende la futilidad de una vida dedicada a las convenciones sociales. Al confrontar su final, Iván Ilich se pregunta si realmente vivió «como debía». Esta obra es un poderoso recordatorio: el tiempo de vivir es ahora, antes de que la muerte nos fuerce a un balance tardío. La vida cobra importancia cuando se vive con autenticidad, sin máscaras ni falsos ídolos.

​Conclusión: El mandato de existir
​La reflexión literaria nos conduce a una conclusión ineludible: la vida no es importante por ser eterna, sino por ser única y efímera.

​La literatura nos grita desde las páginas de la historia que el tiempo de vivir es un mandato moral y existencial. No se trata de esperar el momento perfecto o el permiso de otros, sino de comprometernos activamente con nuestra propia existencia: amar intensamente, luchar por lo justo y encontrar un propósito que trascienda nuestra propia individualidad.

Jose Greorio Figueroa
@Figueroazabala.

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