La incertidumbre sobre los vuelos suspendidos, el aislamiento internacional y el miedo a un posible operativo militar crean un ambiente de zozobra en la población, afectando su salud mental y emocional
Las luces navideñas brillan en Caracas, y las tradicionales gaitas llenan el aire, pero la cotidianeidad de los venezolanos está marcada por un creciente sentimiento de ansiedad. Mientras la ciudad parece llevar adelante sus rutinas, el miedo y la incertidumbre se apoderan de la población, atrapada entre la tensión política con Estados Unidos y las amenazas de nuevas medidas.
De acuerdo con CNN, en los últimos meses, las noticias sobre posibles ataques y la escalada de la confrontación han afectado la salud mental de los ciudadanos. Muchos, como Victoria, una residente de Caracas, han tenido que lidiar con el insomnio y la ansiedad constante.
A pesar de su esfuerzo por mantener una rutina diaria, el temor a lo inesperado altera su descanso y su bienestar. «Nosotros, los ciudadanos de a pie, no tenemos nada que ver con esta situación, pero vivimos bajo su sombra», expresa Victoria, quien toma pastillas naturales para poder dormir debido a los nervios y la incertidumbre.
La psicóloga Yorelis Acosta advierte sobre los efectos del estrés prolongado y el temor en la población venezolana. Según Acosta, cada individuo enfrenta la crisis de manera diferente, dependiendo de factores como su ubicación y su conexión con el entorno.
«No todos los venezolanos experimentan lo mismo», explica, ya que aquellos más cercanos a la frontera o con familiares fuera del país tienen una percepción distinta de la crisis. Además, la saturación de información y las redes sociales exacerbaban los niveles de ansiedad de aquellos que permanecen hiperconectados.
A pesar de los intentos de muchos por continuar con sus rutinas, el aumento de la tensión con Estados Unidos, la suspensión de vuelos y el aislamiento internacional están cambiando las vidas de los venezolanos. Varias aerolíneas suspendieron sus vuelos a Venezuela después de que la Administración Federal de Aviación (FAA) de EE.UU. emitiera una advertencia sobre los riesgos de volar en la región. La reacción del gobierno venezolano fue cancelar las licencias de estas aerolíneas, lo que ha dejado a muchos pasajeros varados.
Victoria, como muchos otros, enfrenta un doloroso dilema: la posibilidad de reunirse con su hija en Francia para pasar las fiestas navideñas se desvanece a medida que se incrementan las restricciones de viaje. «Es como si se me viniera el mundo abajo», dice, al ver cómo se cierran las puertas a sus planes familiares.
Este clima de tensión también afecta a aquellos que se encuentran fuera del país. Luis Rosas, un venezolano residente en Brasil, había planeado viajar para las fiestas y celebrar los 80 años de su madre en Venezuela. Sin embargo, la incertidumbre sobre la seguridad y las restricciones de vuelo lo obligaron a cancelar sus planes. “Es frustrante. La familia es lo único que te motiva a regresar, pero la situación actual hace que todo sea incierto”, expresa Rosas.
Mientras tanto, algunas escuelas privadas en Caracas han comenzado a tomar medidas preventivas, pidiendo a los padres que envíen kits de emergencia con artículos esenciales, como agua, alimentos no perecederos, medicamentos y linternas. Aunque la medida oficialmente se justifica como preparación ante posibles emergencias, hay quienes interpretan la solicitud como una precaución ante la creciente tensión con Estados Unidos.
Además, empresarios y comerciantes están tomando precauciones similares, realizando simulacros y monitoreando las rutas de distribución de sus productos ante la amenaza de nuevos conflictos o situaciones extremas.
Todo esto refleja la ansiedad generalizada que está impactando la vida diaria de los venezolanos, un país cada vez más aislado, que ve cómo sus lazos internacionales se desintegran bajo el peso de la tensión política.
En medio de todo esto, la Navidad, que para muchos representa un tiempo de celebración, se ha convertido para otros en un recordatorio de las ausencias y de la situación crítica que atraviesa el país. Mientras algunos buscan paz en las calles y se aferran a la normalidad, otros no pueden dejar de pensar en sus seres queridos fuera del país y la frustración de no poder reunirse con ellos.
La incertidumbre sigue creciendo, mientras los venezolanos esperan a ver qué depara el futuro en medio de esta tensión interminable con Estados Unidos y el aislamiento progresivo de su país.
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