Ignacio Montes de Oca, periodista y escritor argentino, especializado en conflictos internacionales, explica las razones estratégicas por las cuales Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, ordenó estacionar una flota militar con 4.000 marines frente a Venezuela. “Considerando que el tráfico de drogas que parte de Venezuela se realiza con aviones civiles y buques de pequeño porte, es suficiente para el propósito de lograr el control marino absoluto del Caribe”, detalla. Plantea que la operación militar busca bloquear aviones y barcos del narcotráfico
En la red social X pululan expertos en materia geopolítica de altísimo calibre y uno de ellos es, sin dudas, Ignacio Montes de Oca, periodista y escritor argentino, especializado en conflictos internacionales.
Montes de Oca fue colaborador del programa de televisión de Jorge Lanata y de TN, donde destacó como experto en corrupción. Trabaja para medios gráficos argentinos y extranjeros desde 1990 y se especializó en las investigaciones históricas y análisis de conflictos internacionales.
Trump ordenó estacionar una flota frente a Venezuela y es hora de analizar su propósito. La idea es buscar los motivos reales, las consecuencias, el marco legal y militar y por sobre todo despejar fantasías sobre lo que podría pasar a partir de esta decisión de EE.UU.”, escribe al inicio de uno de sus nutritivos hilos.
Para el comunicador lo primero que hay que entender es el contexto. Por ello resalta que la “movida” es consecuencia directa de la decisión de colocar al Cartel de los Soles en el listado de organizaciones terroristas, porque con esa designación cambia todo el marco legal y el alcance de las acciones que pueden hacer los EE.UU.
Explica que Trump no puede ordenar una guerra contra Venezuela. Recuerda la Ley de Poderes de Guerra de 1973, creada para limitar el poder del presidente para declarar la guerra u ordenar acciones militares en guerras no declaradas. En su texto queda claro que solo puede hacerlo bajo dos supuestos que son la declaración de guerra por parte del Congreso a otro u otros estados.
El segundo supuesto es que el país afronte “una emergencia nacional creada por un ataque hacia Estados Unidos, sus territorios, posesiones, o sus fuerzas armadas”. En el caso de Venezuela no existe esa condición, al menos por ahora. “Maduro debería crear un motivo. (…) Puede argumentarse que se puede intervenir ‘bajo el escritorio’ como se hizo en el pasado, pero no resulta tan sencillo”, añade.
Sin embargo, Montes de Oca resalta que al tratarse con un grupo terrorista puede desplegar una flota si su propósito es detener el tráfico de drogas desde Venezuela al considerarlo una amenaza a su seguridad nacional. “Así se explica la diferencia entre una invasión y una acción punitiva contra las rutas del narco”, sostiene.
Panamá, un termómetro
Antes de eso, según el experto, la legislación estadounidense daba intervención al FBI y la DEA previa comprobación judicial que un bien o un ciudadano de EE.UU. había sido afectado. Pero, precisa que el nuevo escenario puede intervenir la CIA, la NSA y las fuerzas militares. En su opinión el rango de acción es mucho mayor.
De allí que, a los tres destructores, al submarino nuclear y a los aviones P 8 de vigilancia marítimo que comenzaron la misión se le hayan sumado los buques USS San Antonio, USS Iwo Jima y USS Fort Lauderdale. Recuerda que esta flota de desembarco anfibio transporta a bordo un contingente de 4.000 marines.
Pero, por más que sea una fuerza formidable y más aún en relación con las de Venezuela más adecuadas a la represión externa y al tráfico de drogas antes que a la defensa militar, con unos cuantos miles de marines no alcanza para ejecutar una acción militar en Venezuela”, insiste.
En 1989, para invadir a Panamá en la “Operación Causa Justa”, Montes de Oca rememora que EE.UU. desplegó 27.684 soldados para hacerle frente a la Guardia Nacional panameña de 12.000 integrantes casi exclusivamente armados con equipo liviano. “Si va a haber una invasión, esperemos un movimiento acorde”, comenta.
Para el experto controlar los 916.445 km2 de Venezuela, bastantes más que los 75.517 km2 de Panamá, y las ciudades en donde hay militantes oficialistas puede conducir a una campaña larga y costosa en términos militares y económicos. O a un escenario que comprometa a Trump en una guerra crónica.
No es que los 4.000.000 de las milicias bolivarianas sean un desafío. Estas milicias están formadas por personas sin formación militar y en la mayoría se suma para recibir un ingreso extra, una prebenda estatal o un cargo en la burocracia que le permita esquivar la pobreza. Esa milicia sirve para el control de la disidencia, como delatores o para hacer acto de presencia en las manifestaciones convocadas por el régimen”, refiere.
Sin embargo, piensa que el “remanente fanático” puede ser un problema si una intervención deriva en una guerra civil en la que Trump no desea intervenir. El especialista en conflictos recuerda que Maduro podría entregarle armas a una cantidad de gente que supera a la de sus seguidores en votos.
Bloqueo marítimo
Para Montes de Oca el ejército venezolano está dedicado a otros “menesteres” y “por contar con sueldos de 40 dólares para un general, es posible entender por qué están más configurados para tareas de tráfico y represión que como una fuerza militar profesional”.
Además, destaca que EE.UU. mandó solo tres de los 73 destructores Arleigh Burke que tiene en servicio y los rumores de la llegada del portaviones USS Gerald Ford dejan a Venezuela en una situación de inferioridad que disuade la idea de querer presentarle batalla. “En los buques desplegados está la clave”, insiste.
El periodista y escritor argentino hace énfasis en que los Arleigh Burke no son barcos tradicionales. “Además de los misiles antiaéreos Standard, los antibuques Harpoon y los misiles Tomahwak, tienen un elemento crucial que es el sistema Aegis que se integra y enlaza con otros barcos de la misma flota para mapear cualquier movimiento”, resalta.
El Aegis –acota- es un sistema de combate que detecta, clasifica y rastrea de manera simultánea a 100 blancos a 190 km de distancia, es decir en un radio de 380 km 2, lo que equivale a cubrir un área de algo más de 500.000 km2 con cada buque.
Con los tres destructores, EE.UU. puede vigilar todo el litoral venezolano. Considerando que el tráfico de drogas que parte de Venezuela se realiza con aviones civiles y buques de pequeño porte, es suficiente para el propósito de lograr el control marino absoluto del Caribe”, aporta.
Para Montes de Oca no se trata de derribar aviones o destruir lanchas narco. Señala que al monitorearlos pueden alertar a los países de la región para que colaboren en su intercepción y decomiso en las escalas que hacen para transbordar la carga, porque la mayoría no vuela o navega directamente a los EE.UU. o Europa.
Para evadir la detección, el experto en conflictos internacionales, revela que los narcotraficantes hacen postas en las islas caribeñas y ocultan el origen de la carga en buques de otras banderas. Otra parte desembarca en América Central en donde empalman con las rutas de los carteles mexicanos para hacer el ingreso a EE.UU. por tierra, mar o aire, aporta.
“Al informar de estos movimientos, EE.UU. no solo puede avisar, también puede desmontar la cadena de complicidades en los países que forman la ruta de tráfico y es allí en donde está la dimensión política de este despliegue y la proyección más allá de la pelea con el chavismo. Esto quiere decir que EE.UU. podrá contar con información para presionar a los gobiernos del Caribe con datos actualizados o ejecutar acciones de represalia comercial o política con los que no colaboren. Visto así tiene sentido la composición de la flota y la presencia de los marines”.
Para el analista, con la ley antiterrorista en la mano y habiendo avisado que tiene intención de actuar incluso dentro de México en su lucha contra los cárteles, Trump convierte la presencia de esta flota en una extensión de su advertencia más allá de Venezuela. “Es un paso concreto y verificable”, agrega.
Por ello no le extraña que a la flota se le sumaran un submarino nuclear y aviones P8 que, además de colaborar en la vigilancia y mapeo de aviones y barcos, puede ejercer la vigilancia bajo la superficie del mar. Montes de Oca indica que Venezuela tiene dos submarinos tipo U-209/A-1300, el «Sábalo» (S-31) y el «Caribe» (S-32)
Más allá del hecho que es una fuerza submarina insuficiente para ser una amenaza o un motivo para el despliegue, -sostiene_ que el objetivo de EE.UU. es completar la vigilancia ante el desafío que representan los narcosubmarinos procedentes de Colombia y Venezuela que operan en el Caribe.
Y entonces, apunta a los datos de Insight Crime. Organización que estima que el Caribe representa el 14% del tráfico de narcosubmarinos. “Hablamos de cientos de sumergibles con cargas de varias toneladas de drogas cada uno que son muy difíciles de detectar por medios tradicionales. Con esto se completa la triada de control”.
De acuerdo con la DEA, Venezuela mueve el 24% del tráfico mundial de cocaína y su principal mercado son los EE.UU. En sus palabras el bloqueo podrá además interceptar contrabandos de todo tipo en alta mar transportados en buques civiles, incluyendo los que se dirigen a Europa.
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