La quercetina, una molécula presente en numerosas verduras y frutas, puede ofrecer una cura contra el coronavirus. Esta prometedora línea de investigación están siguiendo un grupo de científicos españoles que, a principios del pasado mes de agosto, publicaron en la revista especializada ‘International Journal of Biological Macromolecules’ un estudio que demuestra que la quercetina bloquea la 3CLpro, una de las proteínas que necesita para desarrollarse el patógeno que provoca la COVID-19.
La Quercetina está presente en alimentos como alcaparras, brócoli, repollo, coliflor, cebolla, morada, arándanos, manzanas, cítricos y achicorias.
La investigación se encuentra en fase inicial, pues sólo ha sido probada in vitro y necesitará de, al menos, un año más para pasar luego a la etapa de ensayos clínicos, lo que precisaría de varios años adicionales de trabajo, además de ingentes recursos económicos y personales.
«Hemos identificado que se puede inhibir una de las proteínas esenciales para la replicación del virus con la quercetina, que es una molécula muy abundante en la naturaleza», explica a este diario Adrián Velázquez Campoy, coordinador del equipo que está llevando adelante el estudio e investigador de la Fundación Agencia Aragonesa para la Investigación y el Desarrollo (ARAID).
El experto subraya que el hecho de que la quercetina esté presente en las alcaparras o el hinojo no significa que comiendo estos alimentos se pueda combatir el coronavirus. «Aunque sea abundante en muchas plantas, no lo está de forma que sea utilizable para nuestro organismo.
Para que tenga un efecto antimicrobiano y antioxidante, tal vez debería recurrirse a un suministro de esta molécula por vía nasal o por aerosol, para evitar que pasara por el estómago, donde se degrada y modifica. Los suplementos de quercetina no sirven para nada, sólo para enriquecer a las empresas que los venden».
La investigación liderada por Velázquez Campoy, junto a otros colegas como Olga Abián, de la Universidad de Zaragoza, y el italiano Bruno Rizzuti, del Consiglio nazionale delle ricerche (equivalente al CSIC español), ha sido posible gracias a la financiación de la Fundación HNA.
«Ahora estudiaremos si nuestros ensayos también funcionan en una célula, que es un sistema mucho más realista, y luego haría falta pasar a trabajar con animales modelo», cuenta Velázquez Campoy. Si se confirmaran los esperanzadores resultados en las próximas fases, sería preciso el apoyo de alguna gran empresa farmacéutica para que el hallazgo pudiera dar lugar finalmente a una medicina que suministar a los enfermos de COVID-19. «En España hay pocas farmacéuticas que hagan investigación, por desgracia, aunque muchos hospitales y otras instituciones sí que participan en ensayos clínicos de diversos fármacos, pero financiados por grandes corporaciones de otros países».
El hallazgo de este estudio ha sido posible gracias a tres meses de «intenso trabajo», asegura Velázquez Campoy, que considera poco habitual que en un período tan corto el equipo que lidera haya logrado un resultado confirmado por la publicación en una revista científica, con su pertinente proceso de revisión.
«Hemos llevado un ritmo frenético desde marzo en medio de una situación general que no era fácil para nadie por la pandemia», reconoce el científico, que lamenta que en España la ciencia se vea como un gasto y no como una inversión. «Si en los años pasados se hubieran dedicado más recursos, habríamos estamos mejor preparados desde el punto de vista sanitario y de investigación para tener más respuestas frente al coronavirus. En nuestro país, por desgracia, investigar es más difícil porque se dedican menos fondos. Esperemos que esto cambie después de todo lo que estamos viviendo».
NAM