Peregrinar es ir a visitar un lugar sagrado, generalmente caminando por motivos religiosos, buscando reflexionar, renovar la fe, crecer espiritualmente, hacer penitencia y pedir perdón al Señor por las ofensas que hayamos podido cometer y por el alejamiento de Dios de muchas personas.
Peregrinar es un tiempo muy significativo en la vida de los creyentes. Peregrinar a un santuario es visitar un lugar geográfico específico de la fe y de la piedad mariana.
Un santuario mariano es un lugar muy especial para quienes quieren encontrarse con la Madre de Dios, buscando su presencia maternal como forma de acercarse aún más a su Hijo Jesús y vivir sus enseñanzas, recordando que ella dijo en las Budas de Caná, hagan lo que Él les diga.
La Virgen María es modelo de peregrina porque tuvo que ponerse en camino constantemente. Fue presurosa a una aldea de la montaña a visitar y ayudar a su parienta Isabel. Caminó desde Nazaret hacia Belén para acompañar a su esposo al censo ordenado por Herod.
Experimentó en carne propia la dureza de tener que dejar su patria, huyendo a Egipto para librar de la persecución de Herod a su hijo recién nacido y compartió el dolor de los desplazados, exilados e inmigrantes. Peregrinó al templo de Jerusalén con José y su hijo siendo adolescente.
María caminó por la vida en fe, se mantuvo siempre fiel y unida acompañando a su hijo. Subió al Calvario donde lo crucificaron y allí permaneció de pie junto a la cruz de su hijo. A lo largo de la historia María ha acompañado el peregrinar de la fe y de la vida de millones de personas, cumpliendo el encargo que le dejó su hijo cuando desde la cruz le dijo, ahí tienes a tu hijo.
Su corazón y su ser de madre lo ha manifestado en infinidad de ocasiones al aparecerse, consolar, guiar, enseñar y acompañar a muchas personas. Dondequiera que ella se aparece lo hace asemejándose a la gente del lugar, pero siempre es la misma madre de Dios con un vestido diferente.
Este año tenemos la inmensa bendición de que la madre de Dios que se apareció en Guanare, Venezuela al cacique Coromoto y su familia en 1651 recibe la visita de la madre de Dios que se apareció en Fátima, Portugal en 1917 a tres pastorcitos, Lucía, Francisco y Jacinta.
En los dos casos dejó un mensaje de gran actualidad para este tiempo histórico que estamos viviendo. En Guanare pidiendo el bautismo, es decir que se hicieran hijos de Dios, pertenecieran a la iglesia que Cristo fundó para que pudieran ir al cielo.
Y en Fátima pidiéndoles también la conversión, pero esta vez arrepintiéndose de sus pecados, asistiendo al sacramento de la confesión, la eucaristía y el rezo diario de santo Rosario, de manera de poder ir al cielo. En el caso de Fátima les agregó que para a quienes se nieguen a cumplir los mandatos enseñados por Cristo, les está preparado el infierno.
El encuentro de la imagen peregrina de la Virgen de Fátima con la presencia real de la Coromoto es un hito de gran trascendencia en la historia de fe del pueblo venezolano y del pueblo portugués, porque se unen los dos mensajes que la madre de Dios trajo a la tierra, buscando salvar y llevar al cielo a sus hijos, porque ella sabe que es el lugar de la eterna felicidad donde está Dios, y con Dios siempre ganamos.
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