El término «tradwife«, derivado del inglés «traditional wife» (esposa tradicional), ha resurgido con fuerza en las redes sociales, abogando por un regreso a los roles de género de los años 50. Influencers con hasta dos millones de seguidores promueven un estilo de vida donde el hombre trabaja fuera y la mujer se dedica al hogar y a la familia.
En sus vídeos, estas influencers comparten recetas elaboradas y mensajes de sumisión: “Yo me someto y sirvo a mi marido”. Defienden que ser una «tradwife» es una elección empoderadora y una forma de feminismo que celebra la libertad de elegir entre la esfera pública y la privada.
Sin embargo, las críticas no se han hecho esperar. Este movimiento es visto como una romantización peligrosa de una época en la que las mujeres carecían de derechos. En España, aunque aún incipiente, este fenómeno promueve una fantasía conservadora que podría erosionar décadas de avances en igualdad de género.
La Estética de los años 50
Las tradwives suelen ser mujeres blancas, de clase media-alta, que evocan una estética de mediados del siglo pasado. Con sus vestidos impecables y una voz dulce, presentan una imagen idílica y sumisa, que muchos hombres encuentran atractiva en contraposición a los avances feministas.
En Estados Unidos, el contenido tradwife tiene una carga política explícita, alineada con la derecha conservadora e incluso con el fundamentalismo religioso. En España, aunque menos extremo, ya se vislumbran similitudes preocupantes.
Las mujeres que se graban fingiendo ser una “esposa tradicional” no solo lo venden como deseable, sino que cargan de mensajes políticos sus vídeos. El estudio antes mencionado concluye que todas se encuadran de forma más o menos extrema en la derecha política, desde conservadoras a supremacistas blancas o fundamentalistas religiosas. La comunidad online The Tradwife Club tiene como lema “fe, feminidad, estilo de vida y matrimonio” y entre sus consejos culinarios se vislumbra la ideología detrás: frases como “lo que hoy aprendemos se lo enseñaremos a nuestras hijas” o alusiones a dejar el trabajo o a educar a la prole fuera del sistema educativo reglado.
Este movimiento plantea una dicotomía inquietante entre la búsqueda de realización personal en el hogar versus la esfera pública. Para muchas mujeres, la promesa de una vida tranquila y amorosa en el hogar puede parecer atractiva, pero las críticas señalan que este ideal podría revertir importantes logros en la lucha por la igualdad de género.
Monica Ainley, periodista, probó a principios de este año a vivir durante una semana la vida de una tradwife. Dejó de trabajar para dedicarse en exclusiva a la crianza y al cuidado de sus hijos y pidió a su marido una paga diaria para no usar su propio dinero. Se sintió aburrida y “muerta por dentro”, cuenta en un artículo en la revista Vogue Britain: “Mi mundo es diminuto comparado con el suyo [el de su marido], es como si viviera vicariamente a través de lo que él me cuenta”. Esta sensación también la tenían las mujeres estadounidenses de los años 50, la época a la que remiten las tradwives: “Mujeres que han estudiado en las universidades y trabajado en el periodo de entreguerras se ven recluidas en casa al casarse y se preguntan al acostarse si eso es todo lo que les espera en la vida”, explica la historiadora Sara López.
Silvia Díaz, socióloga y coautora del informe Jóvenes en la manosfer, advierte al Diario.es, que las influencers:
“Te venden una fantasía a ti, que estás cansada de tu trabajo, y te dicen que la felicidad real pasa por esa feminidad rígida y la vuelta a la división sexual del trabajo”.
Para esta investigadora, el contenido tradwife no está solo dirigido a mujeres. Apela también a hombres que sienten que los avances del feminismo han menoscabado su hombría y reafirma su masculinidad mostrando a “una mujer con voz aniñada, sumisa, que nunca te va a decir que no y además tiene buen cuerpo”, explica la socióloga. En este caso, creer real la performance de este tipo de contenido depende mucho de la edad: “No es lo mismo consumir estos vídeos siendo un hombre de 35 que un preadolescente de 12”, declara Díaz.
Según Silvia Díaz, el posible atractivo para las mujeres de la vida tradwife es que estas creadoras de contenido la plantean en términos de cambiar la ansiedad y el estrés del trabajo asalariado por los cuidados y el amor en el hogar. Prometen que la realización personal que tal vez no estés consiguiendo en el mundo laboral la conseguirás si abandonas la esfera pública. “Estoy en mi casa tranquila, en paz; no me realiza hacer informes, sino hacerle una papilla a mi niña o un salmón al horno a mi marido”, ejemplifica Díaz.
Así lo reseña también DW en un intersante post de X:
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