La coronación del rey Carlos III representa una oportunidad para unir a la gente con la historia y el esplendor de la monarquía, pero esas tradiciones también están llenas de controversia en momentos en los que trata de demostrar que la monarquía sigue teniendo un papel en la Gran Bretaña moderna.
El nuevo rey ya ha reconocido esos desafíos ajustando las festividades de coronación a las realidades de hoy.
Esta coronación fue más corta y mucho más inclusiva que la realizada en 1953 para su madre. Líderes religiosos externos a la Iglesia de Inglaterra tuvieron un papel más activo en la ceremonia por primera vez. Y gente de las cuatro naciones que conforman el Reino Unido, así como de los países de la Mancomunidad de Naciones, participaron en ella.
Estos son cinco objetos históricos con un papel prominente en la ceremonia del sábado:
La silla de coronación y la piedra del destino
El rey Carlos III se sentó sobre más de 1.500 años de historia irlandesa, escocesa e inglesa cuando fue coronado el sábado en la Abadía de Westminster.
La corona fue colocada sobre la cabeza de Carlos, sentado en la Silla de la Coronación, bajo la cual estaba la Piedra del Destino, la losa sagrada de arenisca sobre la que se coronaba a los reyes escoceses. La silla ha formado parte de todas las coronaciones desde 1308.
La silla, de 2,05 metros (6 pies y 9 pulgadas) de altura, es de roble y originalmente estaba recubierta de hoja de oro y vidrio coloreado. El oro hace tiempo que se desgastó y ahora la silla está llena de grafiti, entre ellas un mensaje que dice: “P. Abbott durmió en esta silla 5-6 de julio de 1800”.
Eduardo I mandó construir la silla específicamente para albergar la Piedra del Destino, después de que sacara por la fuerza la piedra de Escocia y la trasladara a la abadía a finales del siglo XIII. Sin embargo, la historia de la piedra se remonta a mucho tiempo atrás. Según la Abadía de Westminster, Fergus Mor MacEirc, fundador de la línea real escocesa, supuestamente trajo la piedra consigo cuando trasladó su sede de Irlanda a Escocia hacia el año 498. Antes de esa fecha, la piedra se utilizaba como símbolo del destino. Antes se utilizaba como piedra de coronación de los reyes irlandeses.
En 1996, el primer ministro John Major devolvió la piedra a Escocia, considerando que volvería a Inglaterra para ser utilizada en futuras coronaciones. En los últimos días, la piedra fue retirada temporalmente de su actual sitio en el Castillo de Edimburgo en una ceremonia supervisada por el primer ministro escocés Humza Yousaf, y trasladada a la abadía, donde se celebró una misa especial para conmemorar su regreso.
La cuchara de la coronación
La Cuchara de la Coronación, de plata chapada en oro, es la única pieza de los objetos utilizados en la coronación que sobrevivió a la Guerra Civil Inglesa. Tras la ejecución del rey Carlos I en 1649, el resto de la colección fue fundida o vendida cuando el Parlamento intentó abolir la monarquía para siempre.
La cuchara ocupa un lugar central en la parte más sagrada de la ceremonia de coronación, cuando el arzobispo de Canterbury vierte aceite sagrado de una ampolla en forma de águila en la cuchara y luego lo frota en las manos, el pecho y la cabeza del rey.
La ceremonia tiene sus raíces en la historia bíblica de la unción del rey Salomón y fue concebida originalmente para confirmar que el soberano era elegido directamente por Dios. Aunque el monarca ya no se considera divino, la ceremonia confirma su condición de gobernador supremo de la Iglesia de Inglaterra.
Se cree que la cuchara, de 26,7 centímetros (10,5 pulgadas), se fabricó en el siglo XII para el rey Enrique II o el rey Ricardo I, y es posible que se utilizara originalmente para mezclar agua y vino, según el Fideicomiso de la Colección Real encargado de su preservación.
El diamante Cullinan
Dos piedras talladas a partir del Diamante Cullinan -el mayor diamante en bruto jamás encontrado- ocuparon un lugar destacado en la coronación, avivando una polémica que la familia real preferiría evitar.
Para muchos en Sudáfrica, donde se encontró la piedra original en 1905, las gemas son un símbolo de la opresión colonial bajo el dominio británico y deberían ser devueltas.
Cullinan I, una enorme piedra en forma de gota de 530,2 quilates, está montada en el Cetro del Soberano con Cruz. El sábado, el cetro fue entregado a Carlos como símbolo de su poder temporal.
En tanto, la Cullinan II, una gema en forma de cojín de 317,4 quilates, está montada en la parte frontal de la Corona Imperial del Estado que Carlos lucirá al abandonar la Abadía de Westminster.
Carlos eludió una polémica similar cuando el Palacio de Buckingham anunció que su esposa, Camilla, no llevaría la corona de la reina Isabel, la reina madre, el día de la coronación.
Esa corona contiene el famoso diamante Koh-i-noor, que reclaman India, Pakistán e Irán. La gema pasó a formar parte de las Joyas de la Corona después de que el maharajá Duleep Singh, de 11 años, se viera obligado a entregarla tras la conquista del Punyab en 1849.
La corona de San Eduardo
El momento culminante de la ceremonia de coronación se produjo cuando el arzobispo de Canterbury colocó la Corona de San Eduardo sobre la cabeza de Carlos.
Debido a su importancia como pieza central de la coronación, esta fue la única vez durante su reinado que el monarca llevó la corona de oro macizo, que incluye un casquete de terciopelo púrpura, una banda de armiño y arcos entrecruzados rematados por una cruz.
Tras la ceremonia, Carlos cambió la corona de 2,08 kilogramos (4,6 libras) por la Corona Imperial del Estado, que pesa aproximadamente la mitad, para la procesión de regreso al Palacio de Buckingham.
La reina Isabel II dijo una vez que incluso la corona más ligera era complicada porque se caía si no mantenía la cabeza erguida mientras leía el discurso anual en la apertura estatal del Parlamento.
“Hay algunas desventajas en las coronas, pero por lo demás son cosas bastante importantes”, dijo la difunta reina a Sky News en 2018, mostrando una sonrisa.
La actual Corona de San Eduardo se fabricó para la coronación del rey Carlos II en 1661 y se ha utilizado en todas las coronaciones desde entonces. Es una réplica de la corona original, creada en el siglo XI y fundida tras la ejecución de Carlos I en 1649.
La corona brilla con piedras como turmalinas, topacios blancos y amarillos, rubíes, amatistas, zafiros, granates, peridotos, circonitas, espinelas y aguamarinas.
Hasta principios del siglo XX, la corona se adornaba con piedras alquiladas que se devolvían tras la coronación, según el Fideicomiso de la Colección Real. Le colocaron de manera permanente piedras semipreciosas antes de la coronación de Jorge V en 1911.
El carruaje dorado de Estado
El rey Carlos III y la reina Camila regresaron al Palacio de Buckingham desde la Abadía de Westminster en el Carruaje Dorado de Estado, una reliquia de 261 años de antigüedad famoso tanto por su incómodo viaje como por su fastuosa decoración.
El carruaje se construyó en 1762 bajo el reinado de Jorge III y se ha utilizado en todas las coronaciones desde 1831.
Es de madera y está chapado con hoja de oro, desde los querubines del techo hasta los dioses griegos del mar sobre cada rueda. Lo único que no está dorado son los paneles laterales pintados con dioses y diosas romanos y, por supuesto, el interior, tapizado en satén y terciopelo.
Pero el carruaje es pesado -cuatro toneladas- y viejo, lo que significa que circula a una baja velocidad.
Y aunque pueda parecer lujoso, su vagón tiene fama de hacer un viaje irregular porque está suspendido con correas de cuero en lugar de los modernos muelles metálicos.
La difunta reina no era su admiradora.
”¡Horrible! No está hecho para viajar en absoluto”, dijo en 2018 en una entrevista con Sky News. “No es muy cómodo”.
Esa es una de las razones por las que Carlos y Camila viajarán a la coronación en el Carruaje Dorado del Jubileo de Diamante, que está equipado con amortiguadores hidráulicos, así como calefacción y aire acondicionado.
NAM – AP
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